Hoy, 3 de abril, habría cumplido 98 años José Hierro, poeta que nació y murió en Madrid, el 21 de diciembre de 2002, aunque también estuvo muy unido a Santander, donde vivió muchos años. Reconocido con numerosos galardones, incluidos el Premio Cervantes o el Príncipe de Asturias de las Letras, estamos ante uno de los principales creadores que emergieron en los difíciles años de la postguerra. Y eso que sus inicios no fueron fáciles, pasando cuatro años en la cárcel represaliado por el régimen franquista.
Pero el mejor homenaje que se le puede hacer hoy, en estos tiempos de confinamiento obligatorio a causa del coronavirus, es acudir a sus versos, de los que emana una fuerza cuya clave es la sencillez, a modo de agua clara.
Es el caso del poema ‘Alegría’, en el que se aprecia un claro fondo transcendente: “Llegué por el dolor a la alegría. / Supe por el dolor que el alma existe. / Por el dolor, allá en mi reino triste, / un misterioso sol amanecía. / Era la alegría la mañana fría / y el viento loco y cálido que embiste. /(Alma que verdes primaveras viste / maravillosamente se rompía.) / Así la siento más. / Al cielo apunto / y me responde cuando le pregunto / con dolor tras dolor para mi herida. / Y mientras se ilumina mi cabeza / ruego por el que he sido en la tristeza / a las divinidades de la vida”.
Para concluir, otro poema nos permite mirar más allá de las paredes de nuestro hogar… Se trata, cómo no, de ‘Vida’: “Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo, / supe que todo no era más que nada. / Grito: ‘¡todo!’, y el eco dice ‘¡nada!’. / Grito ‘¡nada!’, y el eco dice ‘¡todo!’. / Ahora sé que la nada lo era todo, / y todo era ceniza de la nada. / No queda nada de lo que fue nada. / (Era ilusión lo que creía todo / y que, en definitiva, era la nada). / Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada”.