Manuel Herrero: “Tras el coronavirus hemos de estrechar la fraternidad entre todos”

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“No he temido por mi vida, porque confiaba en Dios y en los médicos, pero sí que esos días, cuando estás 24 horas solo, totalmente aislado, te da tiempo para pensar, y pensaba que esto que nos está pasando con la pandemia del coronavirus, era la fragilidad, porque te dices, Dios mío, ¿por qué un bichín de nada nos tumba?, y nosotros, que a veces nos creemos que nos comemos el mundo, vemos que el mundo nos come a nosotros”.



Son las palabras de Manuel Herrero, obispo de Palencia, una semana después de recibir el alta hospitalaria tras diez días ingresado a consecuencia del COVID-19, en unas declaraciones recogidas por la Ofician de prensa de la diócesis castellana en las que el prelado valora una experiencia que, asegura, “nos llama a estrechar los lazos de fraternidad”.

De su estancia hospitalaria –en la que reconoce que “un día sí sentí ese repelús, ese escalofrío por la posibilidad de la muerte, aunque no era por miedo a encontrarme con Dios, sino por miedo al dolor– subraya el agradecimiento a todo el personal sanitario del Hospital Río Carrión.

Desvivirse por el prójimo

“El trabajo de esas personas fue excelente y heroico, no solo por lo que hacen, sino por lo que se exponen, a lo que se exponen y cómo afrontan la dificultad a pesar de todo ello, porque los he visto trabajar, desvivirse y preocuparse por cada uno”, afirma. “Recuerdo –añade el pastor– que en una de las habitaciones de al lado había una niña de 14 años, y oía las palabras de aliento que le dedicaban los sanitarios. Era un gesto no solamente caritativo, sino heroico”.

Por ello, Herrero considera que el personal sanitario “se merece no solo un gracias que salga solo de la boca, sino un gracias que salga del corazón, porque en definitiva, en estas situaciones se vive de una manera especial el hecho de que nuestra vida depende de los demás, somos interdependientes, estamos unidos los unos a lo otros”.

Oportunidad para profundizar en la fe

Por ello, y ante una semana Santa atípica, el pastor invita que, como creyentes, esta situación “nos lleve a profundizar en nuestra fe, que a veces está marcada por los demás, por el ambiente sociológico, las procesiones, etc. Y esto nos llama a vivir nuestra fe de manera personal, a preguntarnos en quién creo, por qué creo y cómo respondo yo a este Jesús en el que creo”.

“Esta situación –subraya el obispo– nos llama primero a reforzar los lazos de la fraternidad, porque la fraternidad hace brotar la esperanza y esta nos lleva a pensar que mañana todos será distintos, porque el amor vence todas las dificultades y es capaz de remover los montes que se opone. Y nos llama también a vivir no solo pendientes de las cosas materiales, que las necesitamos, sino también a cultivar la vida espiritual. En definitiva, nos llama a vivir lo que somos… hijos y hermanos”.

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