“Asumo el pedido de rellamar o reabrir la comisión para el diaconado femenino con nuevos miembros para seguir estudiando cómo existían en la Iglesia primitiva”. Fue la promesa que lanzó el papa Francisco el pasado 26 de octubre en su discurso final del Sínodo para la Amazonía la reapertura de la comisión. Cinco meses después, el Pontífice cumple su palabra estableciendo una nueva comisión, tal y como ha hecho público hoy el Vaticano.
Francisco ha reconocido en numerosas ocasiones que los estudiosos no llegaron a un acuerdo claro. Por eso, va a procurar “rehacer” esta cuestión de la mano de la Congregación para la Doctrina de la Fe, capitaneada por el jesuita española Luis F. Ladaria. La citada comisión estará presidida por Giuseppe Petrocchi, arzobispo de L’Aquila (Italia), y el secretario será Denis Dupont-Fauville, oficial de Doctrina de la Fe.
Entre los miembros, el sacerdote y teólogo español Santiago del Cura Elena, quien es experto en la reflexión teológica sobre el ministerio diaconal. El Académico de Número y profesor de la Facultad de Teología del Norte de España –Sede de Burgos–, formó parte de la Comisión Teológica Internacional y fue redactor del documento ‘El diaconado: Evolución y perspectivas’. También ha sido profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca.
A Del Cura Elena le acompaña Catherine Brown Tkacz (Ucrania); Dominic Cerrato (EE. UU.), Caroline Farey (Gran Bretaña), Barbara Hallensleben (Suiza), Manfred Hauke (Suiza), James Keating (EE. UU.), Angelo Lameri (Italia), Rosalba Manes (Italia) y Anne-Marie Pelletier (Francia). De los 10 miembros, cinco son mujeres.
En la exhortación postinodal ‘Querida Amazonía’, el Papa pareció cerrar el debate sobre la ordenación de mujeres. Apoyándose en Juan Pablo II, dejó claro que “el carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita solo a él –el sacerdote– para presidir la Eucaristía”. Del mismo modo, consideraba que dar acceso al Orden sagrado a las mujeres “nos orientaría a clericalizarlas, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable”.
En relación a “la fuerza y el don de las mujeres’, el Papa reconocía la labor callada de “mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo” que han sostenido la fe de las comunidades. “Esto nos invita a expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia solo si se les diera acceso al Orden sagrado”, concluía.