Esta crisis del coronavirus está sacando en muchos el sentimiento religioso que tenían latente. Es la conclusión del grupo de investigación Medusa de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) formado por profesores de la sección de Artes y Humanidades. Los expertos ponen de relieve los datos de audiencia de la bendición ‘Urbi et orbi’ extraordinaria del papa Francisco que ha entrado en el ranquin de las 25 emisiones más vistas de los canales temáticos en España.
Las redes sociales o los balcones se están llenado de imágenes y sonidos religiosos como el Padrenuestro que la cantante Rosalía colgó en Twitter el pasado 20 de marzo y que ha tenido un gran eco viral. Para la antropóloga Elisenda Arfèvol “la importancia de la religión en estos casos de crisis es efectiva en términos psicológicos y sociales, más que efectiva para ‘parar el virus’. Pero esa efectividad social y psicológica es tan necesaria como la médica”.
El sociólogo de la universidad catalana Franesc Núñez explica el proceso por el que ha aflorado un sentimiento religioso que en realidad ya existía, aunque se mantuviera dormido. “Ahora que la humanidad entera está sometida a un fenómeno que ni los dioses modernos de la ciencia pueden controlar, recurrimos a eso que conocemos por formación o experiencia religiosa, pidiendo la intermediación. Y como la catástrofe es mucho más grande, es más grande también la reacción”, señala.
La también socióloga Natàlia Cantó-Milá explica que en momentos como este se ve que la secularización no está tan avanzada como otros datos parecen señalar. “La tesis de la secularización puede aplicarse solamente a unos cuantos países del centro y el norte de Europa. Globalmente no vivimos en un mundo secularizado”, apunta. Ahora bien, la dimensión religiosa convive con la esfera científica sin contradicciones, especialmente ante circunstancias excepcionales como las que vivimos actualmente.
“Cuando sabes que no tienes los medios para superar algo, la diferenciación clásica entre logos y mito se disuelve un poco y te encomiendas a lo que en ese momento, por socialización o por tradición, te ha dado alguna vez confort o una sensación de estar arropado. Y eso no quiere decir que ya no te fíes de la ciencia”, añade Cantó-Milà. Y es que para ella, “como sociedad tenemos la capacidad de manifestar esa necesidad espiritual y a la vez decir que determinada institución religiosa no está gestionando los recursos terrenales a la altura de las circunstancias. Ambas cosas son compatibles”.