En tiempos de Covid-19 los capellanes de los hospitales también han tenido que adaptar su labor a las circunstancias. Es el caso de Wilson Asensio, capellán en el Hospital San Jorge de Huesca, e Ignacio Carbajosa, del hospital San Francisco de Asís de Madrid. Entrevistados por EFE, los sacerdotes han explicado cómo ejercen su ministerio en un momento en el que el acompañamiento ha de hacerse –de forma recomendada– sin contacto con los pacientes.
Además de su labor en el hospital, Asensio atiende varias parroquias próximas a la ciudad, una labor que también se ha visto trastocada a causa del coronavirus. Ahora, las misas son a través de Facebook, pero el sacerdote asegura que la situación que ha traído consigo la pandemia le ha llevado a “reforzar su presencia tanto en el centro hospitalario como en sus parroquias”.
Acompañado de forma continua por su ordenador portátil, Asensio retransmite la eucaristía de forma diaria a través de Facebook para que los fieles de sus parroquias puedan seguir ‘asistiendo’ a las misas, así como los pacientes del centro que solicitan sus servicios. “En tiempos del coronavirus, la labor más complicada es la de atender a las personas contagiadas y a sus familias”, señala.
“Una labor”, apunta, que realiza “en conjunto con todo el personal de enfermería”. “La atención es a demanda del enfermo o de su familia”, explica, añadiendo que las medidas sanitarias hacen que el contacto con el paciente se reduzca al mínimo “para que nosotros no seamos un vector de contaminación para el resto de pacientes que requieren nuestra presencia”. Por ello, Asensio ha modificado los protocolos para facilitar los sacramentos a los pacientes con coronavirus, a los que unge con los óleos sagrados mediante una gasa desechable empapada con estos.
Cada alta, una “resurrección”
Por su parte, Carbajosa es profesor de Biblia en la universidad eclesiástica San Dámaso, y compagina las clases online con su acompañamiento a pacientes en el hospital San Francisco de Asís de Madrid, donde sustituye a un sacerdote que, por su edad, no es recomendable que continúe acudiendo al centro.
“Se respira mucha humanidad en estos días y también dolor”, señala Ignacio, quien también subraya que los profesionales sanitarios están “dejándose la piel”. Hace sus visitas turnándose con otro sacerdote y así, cada dos días, visita unas 30 habitaciones con su “disfraz de astronauta”, como llama Carbajosa al equipo de protección que lleva puesto.
“Se nos recomienda no tocar a pacientes”, dice. “Ellos lo entienden y nosotros también, pero a veces es imposible porque el enfermo me coge la mano”, añade. “Vivimos como si fuéramos inmortales. En estos días sale a la luz la mezquindad que somos, somos nada. Ves la decrepitud de las personas pero a la vez la dignidad humana de alguien que hace memoria de su historia, sufre, se alegra, pide perdón”, reflexiona el sacerdote, confesando que vive cada alta como una “resurrección”.