Como una manta de ‘patchwork’. Cosida a mano, de forma artesanal por sus autores, que son cauce de esos héroes anónimos que se enfrentan en su día a día al coronavirus, al confinamiento… Así se entrelazan las historias hilvanadas en ‘Tejer historias. Comunicar esperanza en tiempos de pandemia’ (Publicaciones Claretianas). Fernando Prado, director de la editorial, ha coordinado esta obra que se puede descargar ya de forma gratuita en formato digital.
PREGUNTA.- ‘Tejer historias. Comunicar esperanza en tiempos de pandemia’. ¿Cómo surge este proyecto gestado en tiempo récord?
RESPUESTA.- Lo cuento en el prólogo del libro. Confinados en casa, sentí un impulso de que algo podía hacer desde el mundo editorial para animar un poco y ayudar a vencer cierto aire de depresión fruto de la desesperanza que generan los fríos datos que día tras día nos dan en los medios como si de un “parte de guerra” se tratara. Se me encendió esa bombilla, al recordar el mensaje del papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de las comunicaciones Sociales de este año 2020 que hablaba de cómo las buenas historias, bien tejidas, hacen que se eleve el espíritu humano y son una fuerza para caminar juntos en nuestra sociedad. Entonces, me puse manos a la obra y comencé a gestionar y pedir a varios autores su colaboración a través de rápidos mensajes de Whatsapp. Pronto me salió una buena lista y el sacerdote Manuel María Bru, ‘alma mater’ de Crónica Blanca, me facilitó algún contacto que yo no tenía. Todo fue muy rápido y la respuesta de los periodistas positiva e inmediata.
P.- Habrá quien piense que es un libro de autoayuda… ¿Cómo se cuela Dios en esas 180 páginas?
R.- No es un libro de autoayuda, aunque, ciertamente, muchas personas van a encontrar una ayuda y un estímulo positivo en estos tristes tiempos de una crisis que amenaza nuestra esperanza. Dios se cuela en sus páginas, sin complejos, a veces más directamente, otras no tanto. Los autores, son todos ellos creyentes. Su enfoque de la situación, sin duda, es un enfoque desde la esperanza cristiana, que cree en Dios y en la humanidad. Una esperanza que va un poco más allá del mero optimismo, porque es un don de lo alto y cuando el creyente habla de esperanza sabe que Dios está por medio.
P.- Treinta periodistas delante de su teclado. ¿Cuál es la palabra que más se repite además de esperanza?
R.- No sabría decirte cuál. Creo que también aparecen mucho las palabras “confianza”, junto con la palabra “agradecimiento”. Al mirar el conjunto del libro, diría que, sin esconder la crudeza de la realidad, los autores han sabido sacar lo más positivo que anida en el corazón humano y que es, precisamente, lo mejor que va a quedar de esta crisis que, más pronto que tarde, pasará. Esperemos sacar o “destilar” la sabiduría que deja la historia en momentos como este. Sin duda es un momento histórico del que hablarán los libros de historia de las próximas décadas.
P.- En la lectura de los relatos se descubre a mucho héroe anónimo y santos de la puerta de al lado. Supongo que resulta complicado quedarse con una de las historias que se exponen, pero seguro que hay alguna que te ha desinstalado en lo personal…
R.- Todas las historias me han tocado el corazón de una u otra manera. Además, están tan bien escritas y van tan a lo esencial que es difícil sustraerse de las lágrimas. Me pasé dos tardes frotándome los ojos y secándome las lágrimas cuando leía estas historias y pensaba en la gente que hay detrás de ellas. Las lágrimas eran, fundamentalmente, de alegría, de emoción porque detrás de muchas de estas historias está lo mejor del espíritu humano que sale a la luz y, como con cierta nostalgia, me gustaría que no se perdiera nunca. La reserva de humanidad que tenemos y la conciencia de estar todos interconectados en una fraternidad universal que demanda unas relaciones nuevas creo que son los valores que creo que debemos conservar y no perder nunca. Es lo que nos hace mejores y lo que más nos debía importar. Después de la crisis, esto es lo que nos ha de quedar: lo mejor de nosotros mismos. Ojalá seamos capaces de sacar esa lección.
La fe como don
P.- El libro ve la luz en pleno domingo de resurrección. ¿Resulta complicado anunciar al Resucitado cuando las cifras de fallecidos se disparan en todo el planeta?
R.- Como te decía, los creyentes sabemos que las historias, a pesar de no acabar siempre bien, desde la fe toman una dimensión y un sentido diferentes. Nuestra esperanza es una esperanza que no rehúye lo que sucede, que no pone paños calientes ni esconde la cabeza como el avestruz. Somos conscientes de la dificultad y de la oscuridad del misterio del mal que ahí está innegablemente. Con todo, miramos hacia delante con la mirada puesta en el Resucitado que nos ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. No es lo mismo caminar solos en la vida que saberse acompañados por la presencia amable y amiga de Dios. Esta fe es un don. A veces, difícil de expresar y explicar con palabras. Se ve más bien en los frutos de amor, de alegría serena, de paz, y de solidaridad que produce. La fe en el Resucitado nos dice siempre que la vida es más fuerte que la muerte. Es una suerte tener esta visión. Es un regalo del cielo, sin duda.
P.- La obra se ofrece de forma gratuita en soporte digital, pero también tendrá su versión en papel, que colaborará con Cáritas. ¿Cree que la labor social de la Iglesia está siendo invisibilizada en medio de la hecatombe de esta crisis?
R.- Los datos ahí están. Nadie que tenga ojos, a no ser que esté cegado por la ideología, puede negar que la Iglesia es la institución que, probablemente, más está haciendo en este país en estos momentos de crisis. En el libro se deja ver en algunas de las historias esta verdad. Algunos medios están silenciando claramente esta verdad objetiva. La Iglesia lo hace por convicción sin necesidad de reconocimiento, pero el hecho de aceptar que la Iglesia contribuye al bien común y reconocerlo no es ponerse en una situación de debilidad, ni siquiera ideológica. Algunos políticos creen que no reconocer el bien objetivo que hace la Iglesia al bien común, los hace más débiles frente a no se sabe muy bien quién o qué. Hay como un complejo ahí difícil de entender desde la madurez ya exigible en una sociedad como la nuestra. La colaboración suma, la ideología resta. Es lo que estamos viendo. Pero la gente, que no es ciega, no valora las teorías ni las ideologías, sino los hechos reales. Verás, cuando la crisis sanitaria deje paso a la crisis económica y social que, seguramente, va a azotar a nuestra sociedad. Entonces, la comunidad cristiana en general, sus líderes y sus instituciones serán, como siempre, los que estén también en primera línea de batalla, amortiguando la dureza de las situaciones difíciles provocadas por las consecuencias de la crisis en la economía.