Cuando nadie imaginaba que el confinamiento por el coronavirus convertiría a las redes sociales en los nuevos púlpitos, el fraile capuchino venezolano, Luis Antonio Salazar, con más de 153.000 seguidores, desde hace dos años viene revolucionado el Instagram en Venezuela con sus intervenciones frescas, sencillas, directas, irreverentes y desenvueltas. Un objetivo: “Evangelizar siguiendo el mandato de Jesús, que debemos llevar la palabra de Dios a todas partes”, ha dicho a Vida Nueva.
El joven sacerdote, de 35 años, oriundo de la ciudad de Maracaibo, estado de Zulia, al occidente del país, ingresó a la orden de los Capuchinos en el año 2003 con solo 18 años. Su secundaria la cursó en el colegio arquidiocesano monseñor Juan Hilario Bosset, donde se destacó en el arte de la declamación y la poesía.
De modelo a sacerdote
Antes de este paso tan importante al sacerdocio, fue modelo, animador, actor y participó en un reality show. No en balde medios como People en Español y programas como Al Rojo Vivo de la cadena Telemundo han ido tras sus huellas a ver que sacan (o sonsacan) al religioso.
Fue una experiencia misionera con los indígenas yukpa de la Sierra de Perijá, en la comunidad del Tokuko, lo que hizo abdicar de la farándula para entregarse en cuerpo y alma a predicar la palabra de Dios. Si bien se ha convertido en el primer influencer venezolano en su clase, asegura que el mejor influencer se llama Jesucristo.
Un cura original
No pasa desapercibido, siempre ha dado de que hablar “iluminado por el Espíritu Santo” como bien afirma y precisa que todo su trabajo en redes lo hace con mucho cuidado, coherencia y “fiel a lo que dice y establece la Iglesia”.
Durante las protestas contra Nicolás Maduro en 2017 salía a las calles de Caracas a bendecir a los manifestantes; a quienes ponen en duda la virginidad de María, los llama irónicamente ginecólogos; para explicar la ascensión de Jesús al cielo, apela a alegorías usando personajes como Iron Man o Supermán. Allí radica el secreto de su éxito, la sencillez, cercanía y profundidad con las que sus palabras logran la empatía suficiente para atrapar a esas almas alejadas.
Algunos periodistas han intentado infructuosamente sacar su opinión sobre la postura ‘política’ que el papa Francisco tiene de Venezuela, cual buen torero ha eludido: “El papa Francisco habla a través de los obispos de Venezuela” y eso dice mucho.
Simplemente un hermano
Son muchos los onomásticos que los medios han usado para bautizarlo en la gran red: fraimillennial, cura rock star, sacerdote 7.0, influencer de Dios. Él tan solo se describe como un humilde fraile capuchino, sacerdote católico: “Eso es lo más importante de todo. Mi vocación primigenia es ser fraile”.
Para Salazar ser fraile es sinónimo de hermano. “Tú confías en tu hermano, les cuentas tus problemas, comparten, echan broma hasta salen de pelea, por eso soy un hermano”.
“Toda misa es invaluable”
Todos los domingos –antes del coronavirus– en la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá, en Caracas, donde es párroco, asisten a misa más de 1.000 personas, pero en su cuenta Instagram ha llegado a los 153.000 seguidores, que para él más que eso, son sus amigos.
Ante posiciones como las del cardenal Raymond Burke que se deben desobedecer las recomendaciones sanitarias de las autoridades y asistir a misa en tiempos del coronavirus, el fraile asegura que “el cardenal tendrá sus razones”, por tanto las respeta y no las juzga.
En estos días de cuarentena ha estado mucho más activo: aprovechó para representar el viacrucis, ha rezado rosarios y ha realizado varios streaming con sus seguidores. Para el religioso “toda misa es invaluable” sea presencial o redes, por radio o televisión. “Tan solo queremos llegar a la gente para que no salga de casa, el cuidado de la vida misma, el protegernos mutuamente es lo primordial”, apunta.