América

Misioneros en tiempos de coronavirus: Patricio Larrosa (Honduras)





El misionero español Patricio Larrosa es un referente de la Iglesia hondureña. Impulsor en Tegucigalpa de ACOES (Asociación Colaboración y Esfuerzo), desde esta entidad atienden en todo el país a más de 11.000 estudiantes con necesidades de todo tipo, repartiendo 8.000 comidas diarias.



Sacerdote de la Diócesis de Guadix-Baza, llegó a Honduras hace 28 años. En teoría para vivir una experiencia misionera de un par de años y volver a España… Pero todo cambió al ver y tocar de primera mano la experiencia de pobreza que afectaba a tanta gente, lo que quiso combatir especialmente desde la educación.

Más de 800 voluntarios

Así, gracias a un proyecto sostenido en su casi totalidad por sus más de 800 voluntarios, apoyan a unos 11.500 jóvenes del país en su acceso a la formación, siempre en clave integral. Para los más pequeños, cuentan con 18 guarderías y cuatro escuelas, pero también cuentan con varios hogares donde viven estudiantes llegados de los entornos rurales.

Ahora, como en todo el mundo, han de hacer frente a un problema de dimensiones gigantescas: el coronavirus. “Aquí en Honduras –relata–, desde los primeros contagios, se cerraron todas las fronteras y se decretó el estado de emergencia. Desde el 11 de marzo, permanecemos en estado de confinamiento, aunque es una situación preocupante, pues no se respeta mucho”.

Cerrados todos sus centros

ACOES, siguiendo las instrucciones del Ministerio de Educación, se ha visto obligado a cerrar todos los centros. Lo que ha cortado el curso de raíz, “pues aquí comienza en los primeros días de febrero y no habíamos hecho más que empezar”.

“Estamos intentando ayudar en lo que se puede –asegura Larrosa– y tomando todas las medidas de seguridad. Con los colaboradores de las colonias estamos repartiendo comida entre las familias más necesitadas y asistiendo las urgencias que se van presentando. Vamos a intentar dar la mayor ayuda económica que podamos a los más de 800 voluntarios, pues también sus necesidades se agravan ahora más”.

Mantienen la actividad on-line

Con todo, asegura, “el confinamiento no ha apagado las ganas de aprender ni de compartir. Impresiona ver cómo muchas familias han adaptado sus humildes casas en aulas improvisadas. También los más mayores aprovechan la tecnología disponible para seguir sus clases y hacer cursos on-line, aunque sea desde la pantalla de un móvil antiguo. Están pendientes de sus proyectos y nos mantenemos unidos. Hacemos muchas llamadas de grupo donde nos animamos y compartimos para ver cómo avanzar. Son ejemplos que demuestran que nada puede detener las ganas de ayudar y mejorar”.

“El gran problema aquí –lamenta–, para la mayoría de los estudiantes que atendemos, estaba antes de la llegada del virus: la escasez de recursos y el no tener las necesidades básicas cubiertas ya era un gran problema antes del 12 de marzo. ¿Cómo quedarse en casa cuando, para muchos, hay que ganarse cada día el pan? Obligatoriamente, hay que salir…”.

“Seguiremos unidos –concluye el sacerdote– en la tarea de mejorar la situación de los más necesitados y vivir con la esperanza de un mundo mejor, más humano y solidario”.

Fondo de emergencia

Este misionero es un fiel ejemplo de la Iglesia en salida a la que el Papa quiere ayudar en un momento de gran dificultad. De hecho, Francisco ha creado un fondo de emergencia misionero con 700.000 euros para paliar el coronavirus. Estos recursos se distribuirán por medio de Obras Misionales Pontificias (OMP) en los territorios de misión más necesitados como consecuencia de la pandemia.

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