Para los cristianos, en este 2020, la fusión entre el calendario litúrgicos y el existencial debido a la crisis del coronavirus ha sido como una señal de Dios que ayuda a descubrir el misterio en las luces y sombras de la vida. Toca ahora redoblar los esfuerzos en descubrir el fundamento de la esperanza y la alegría que la fe en el Resucitado suscita en quien se abre a la gracia.
Una vivencia que, más allá del confinamiento, las personas tienen que hacer como comunidad, como pueblo. Esta ha sido una de las constantes en los mensajes pascuales de Francisco en las celebraciones en San Pedro y lo es también en la reflexión inédita que ha preparado para Vida Nueva.
1. “¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos?”
“Ante la miseria de muchos de nuestros hermanos y hermanas, a veces pienso que el tema del hambre y del desarrollo agrícola se ha convertido hoy en uno de los tantos problemas en este tiempo de crisis. Y, sin embargo, vemos crecer por doquier el número de personas con dificultades para acceder a comidas regulares y saludables. Pero, en vez de actuar, preferimos delegar, y delegar a todos los niveles”, señaló en 2015 Francisco a los participantes en la asamblea anual de la FAO.
Mitigar las necesidades alimenticias de la población es el paso básico de la lucha contra la pobreza. Descubrir las fragilidades que la emergencia sanitaria ha dejado a la vista no debe hacer olvidar los grandes problemas que la humanidad lleva arrastrando desde hace siglos y más cuando ese problema es fruto del egoísmo humano. Frente a la indiferencia, la esperanza Pascual implica responder a la pregunta “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9).
2. “¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder?”
Cada año, Francisco en Navidad y Pascua, antes de impartir la bendición ‘Urbi et Orbi’, ha hecho un repaso por algunos de los conflictos (olvidados) del mundo. Desde Sudán del Sur a las limpiezas éticas de los rohinyá. Las guerras de poder siguen alimentando conflictos interesados por conseguir dominar recursos y poblaciones. Aunque este año ha dedicado más espacio al coronavirus, aunque no ha dejado de recordar conflictos y situaciones que se están volviendo crónicas.
Además del llamamiento al fin de la carrera armamentística, en la mente y la oración del pontífice están Siria, Yemen, Irak, Líbano, Tierra Santa, las regiones orientales de Ucrania, “los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África”, las crisis que viven diversas poblaciones de Asia y África, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, Libia, los refugiados de la frontera entre Grecia y Turquía o el caso del pueblo venezolano. “Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre!”, invitó invocando al Resucitado que “nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”.
3. “¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos?
La vida nueva es el detonante de quien es testigo de la resurrección. “Jesús, como semilla en la tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres, con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza. Cuántas personas, en los días tristes que vivimos, han hecho y hacen como aquellas mujeres: esparcen semillas de esperanza. Con pequeños gestos de atención, de afecto, de oración”, señaló el pontífice en la Vigilia Pascual.
La pandemia puede ayudar a descubrir en cada persona la fuerza de lo esencial. Puede ayudar a despojarse de lo innecesario para descubrir la presencia de Dios que siempre está. Ese Dios que, como afirma nuevamente Francisco, en su reflexión para la revista “Dios jamás abandona a su pueblo, especialmente cuando el dolor se hace más presente”. La vida nueva en Jesús es la respuesta a esa cercanía y abrazo continuo.
4. “¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia?”
“Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real”, escribe Francisco en su reflexión. Y es que, para el pontífice, “la globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor”, asegura tras hacerse estas cuatro preguntas.
Ante quienes se alinean con las teorías conspiradoras del movimiento ecologista, el mensaje salvífico de la Resurrección traspasa toda la creación. El compromiso cristiano y mundial de proteger el medio ambiente no encuentran contradicción.
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