“Ayer recibí la carta de una religiosa que trabaja como educadora con sordomudos y me contaba el trabajo tan difícil de los trabajadores sanitarios, enfermeras y médicos con los enfermos que tienen discapacidades que han sido contagiados por el COVID-19”. Con esta confesión personal, el Papa comenzaba la eucaristía matutina desde la capilla de Santa Marta. “Oremos por ellos, siempre al servicio de estas personas con diversas discapacidades, que no tienen esas capacidades que tenemos nosotros”, imploraba en su petición diaria vinculada a la pandemia del coronavirus que asola el planeta.
Durante la homilía, Francisco subrayó que “la señal del verdadero cristiano es decir la verdad y ser valiente porque es coherente”. “La misión nace de este don que nos hace valientes y sinceros en el anuncio de la Palabra”, rubricó.
“Que el Señor nos enseñe a ser valientes, que no significa ser imprudentes. El coraje cristiano siempre es prudente, pero es coraje”, aclaró. Al echar la vista atrás a los primeros cristianos, el Papa recordó que “Pedro no era un valiente, era un poco cobarde y había renegado de Jesús, pero ¿qué paso después? Respondió con valentía: no podemos callar lo que hemos visto y oído”. Esta reflexión le llevó al Papa a asegurar que “Por el corazón de este hombre pasó la valentía del Espíritu Santo en el día de Pentecostés”.
Eso sí, advirtió de que “la fuerza del Espíritu Santo que se manifiesta en la locura de la evangelización no puede entrar en los corazones corruptos”. “Estemos atentos: Pecadores sí, corruptos, jamás”, alertó.