Los obispos españoles consideran “urgente y necesario” el establecimiento de una renta básica para ayudar a las personas que más están padeciendo las consecuencias derivadas de la pandemia del coronavirus, y ellos mismos han pedido en sus diócesis que los consagrados y el resto de la comunidad cristiana done una parte de su suelo o una cantidad fija de dinero a Cáritas para hacer frente a la crisis económica que ya se vislumbra, con millones de trabajadores afectados por el cierre de empresas.
“Es urgente una renta básica para las personas que han perdido su empleo en estos tiempos del coronavirus, así como para otras personas que ya estaban en situaciones de necesidad, aunque otra cuestión es si esta renta básica debe ser de manera permanente”, señaló esta mañana Luis Argüello en una rueda de prensa telemática.
“La necesidad perentoria de una renta básica ahora no debería ser una coartada para una especie de subsidio permanente que retirase del horizonte de la persona el pensar en poder ejercer un trabajo y desarrollar sus necesidades. Es indispensable ahora para quienes se han quedado en paro y la necesitan”, señaló el secretario general del Episcopado a preguntas de Vida Nueva, aunque advirtió de que esa renta no debería “hacer el juego a las exigencias del capitalismo internacional que implanta máquinas que hacen el trabajo y así sustituir y descartar a las personas”.
El también obispo auxiliar de Valladolid añadió, en este sentido, que la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española, “sintiéndose llamada a dar un paso adelante en la generosidad” en estos momentos, “ha sugerido que los obispos vean en sus diócesis la posibilidad de entregar ellos, y los presbíteros, una parte del sueldo o una cantidad fija, e invitar a la comunidad cristiana a que pueda hacerlo también, y desde esta, hacer una llamada a toda la sociedad para que el dinero recaudado sea destinado a los que más sufrirán los efectos de la crisis económica” que viene detrás de esta crisis sanitaria.
Nueva Transición para la nueva normalidad
Por otra parte, el portavoz de los obispos reclamó altura de miras a la clase política porque, afirmó, son momentos en los que “impera la ideología”, y reiteró la necesidad de volver al espíritu de la transición, “un espíritu que para algunos puede estar muy atrás en el tiempo”, pero que reivindicó para “recrear el abrazo de entonces para una nueva Transición hacia la llamada nueva normalidad”.
“¡Cómo no hacer un llamamiento –enfatizó– a las instituciones, a los partidos, al Congreso de los Diputados, a las comunidades autónomas para que hagan este esfuerzo de dialogar y, juntos, hacer un proyecto en el que seguro que tendrán que pedirnos un sacrificio, pero que sean los partidos políticos los primeros que sacrifiquen sus esquemas ideológicos para poner encima de la mesa un proyecto para el bien común!”.
“Esta crisis es también una crisis política, y no lo digo en el sentido de crisis permanente en que parecen vivir los partidos unos con otros, sino en el sentido de organizar la vida en común. Y ahora, por la parálisis a que nos somete el coronavirius, estamos llamados a hacer una política de organización del común, donde los políticos españoles, unidos otros políticos mundiales, porque la pandemia es global, pongan el bien de todos encima de la mesa”, añadió el pastor.
“Desescalada litúrgica”
Precisamente con el Gobierno y otras autoridades está en conversaciones la Conferencia Episcopal para ver cómo puede iniciar también la Iglesia la “desescalada” de esta situación de alarma. “Estamos en contacto tanto con médicos como con las administraciones públicas, y entre obispos, para en este programa de salida cuidada en la que están trabajando, ver cómo la podemos hacer también nosotros. Queremos ofrecer a los fieles una respuesta, respetando las condiciones sanitarias, porque hay muchas familias que, aunque la eucaristía se sigue celebrando todos los días, reclaman tener funerales o las primeras comuniones, que ya no podrán ser en mayo ni junio probablemente, serán en septiembre y octubre…”, indicó.
“Queremos asegurar al pueblo santo de Dios el poder tener esa relación directa sacramental y viva con el resucitado”, resaltó el obispo auxiliar de Valladolid. “No tenemos fecha para la reunión con el Gobierno, pero estamos trabajando en esa cuestión. Por ejemplo, los médicos nos piden que no haya pilas de aguas bendita, que en la entrada de los templos se puedan lavar las manos, el uso de mascarillas, estamos viendo también formas para distribuir la comunión y que se asegure que ni el ministro ni quien la recibe pueda ser cauce de contagio, el mantenimiento de la distancia física…”.
Actuaciones “desmedidas” de la policía
Preguntado Argüello por algunas intervenciones policiales en templos en donde se estaban celebrando misas, como en la catedral de Granada, reconoció que “el decreto de alarma, en los artículos 7 y 11, es confuso sobre el tema del culto. Incluso el artículo 16 de la Constitución no contempla ni que en el estado de excepción pueda suprimirse el culto”.
“La Iglesia hizo un llamamiento a no salir de casa y a que los sacerdotes celebrasen la liturgia y dejaran las puertas abiertas como signo de esperanza. Pero como esto generó situaciones de confusión, nuestros templos se han ido cerrando. Por ello, para este tramo final del estado de alarma, y para la progresiva salida de los ciudadanos, tenemos que planificar con el Gobierno la celebración del culto, dando un mayor significado a la celebración de la eucaristía para los cristianos”.
En este sentido, abundó en que “el culto, progresivamente, debiera volver a nuestros templos tomando todas las medidas necesarias, y eso queremos hablarlo con el Gobierno central y las autonomías, sin dar pie a conflictos en la interpretación de esos artículos ni a situaciones problemáticas, teniendo en cuenta que la actuación de la policía interrumpiendo un acto de culto ya comenzado me parece desmedida y que no se corresponde ni con el articulo 11 del decreto del estado de alarma ni con el artículo 16 de la Constitución”.