Para el Papa, las tres amenazas fundamentales que dividen a la Iglesia son el dinero, la vanidad y las habladurías. Así lo expresó esta mañana en la homilía de la eucaristía diaria que preside en la capilla vaticana de Santa Marta. “Hay tantas cosas que dividen a una comunidad: sea diocesana, presbiteral, parroquial, de religiosos, religiosas…”, lamentó.
“El dinero divide la Iglesia”, aseveró. “Muchas veces en la historia de la Iglesia, donde existen divisiones doctrinales, detrás está el problema del dinero”, añadió, preocupado por cómo esta cuestión afecta también al día a día de las personas: “¡Cuántas familias se han dividido por una herencia! ¡Cuántas familias no se hablan más por una herencia!”. Como contraposición, planteó que “la pobreza es la madre de la comunidad. Es el muro que cuida a la comunidad”.
Por otro lado, Francisco definió la vanidad como “el deseo de sentirse mejor que los demás”. “A menudo repetimos la oración del fariseo: te agradezco Señor, porque yo no soy como los otros”, alertó el Papa sobre ese deseo de “sentirnos diferentes a través de los hábitos, de la forma de vestir”. “¡Cuántas veces la propia celebración de un sacramento es un ejemplo de vanidad! Ir con un vestido mejor que el otro, quién hace la fiesta más grande…”, apuntó. El Papa llegó a decir que “la vanidad te lleva a comportarte como un pavo”.
Sobre las habladurías, comentó que “es algo que el diablo mete en nosotros y nos genera la necesidad de hablar mal de los demás”. “Decimos que una persona es buena y luego añadimos el ‘pero’, que es una piedra sobre el otro”, alertó.
Frente a ello, desveló cómo el Espíritu Santo “siempre viene a salvarnos con su fuerza de la mundanidad del dinero, de la vanidad y de la habladuría”. “El Espíritu es capaz de hacer milagros, maravillas, grandes cosas que ni siquiera podemos pensar”, verbalizó el Papa que elevó su oración al Señor para que “tengamos docilidad y transforme nuestras comunidades y seguir siempre adelante para alcanzar la armonía que Jesús quiere siempre para la comunidad cristiana”.
Al abordar “la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo”, señaló que “nuestra docilidad abre la puerta al Espíritu Santo y es Él quien nos hace que nos hace nacer de lo alto”. “No podemos apropiarnos del Espíritu Santo, solo podemos dejar que él nos transforme”, valoró.
“Es verdad que habrá problemas, pero el Señor nos hace ver cómo ir más allá si estamos abiertos al Espíritu Santo”, apreció el Papa que lo definió como “maestro de armonía: la armonía entre el Padre y el Hijo, la armonía del corazón.
En su plegaria inicial vinculada a la crisis del coronavirus, Francisco rezó para aumentar la escucha en todos y cada uno: “En este tiempo hay tanto silencio. Incluso este silencio se puede oír. Este silencio, que es un poco nuevo, nos enseña a crecer en nuestra capacidad de escucha”.