“En los últimos días se ha agregado un noveno caso positivo a los 8 ya registrados dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano y entre los empleados de la Santa Sede. La persona fue ingresada en el hospital, bajo observación, y se realizaron las correspondientes pruebas entre quienes habían estado en contacto con esta persona el único día de su presencia en su lugar de trabajo en las dos semanas anteriores al contagio, todas resultaron negativas”. Con este escueto comunicado, la Santa Sede informaba anoche de su último positivo a través del director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.
El pasado 9 de abril, Bruni confirmaba el octavo caso en el Vaticano. En esta ocasión se trataba de “un empleado de la Santa Sede, que había viajado fuera de Roma en la primera mitad de marzo para asistir a sus parientes enfermos”. El portavoz explicó que “después de los primeros síntomas, la persona fue hospitalizada fuera de Roma y ahora está bajo estrecha observación”.
Entre los afectados por el Covid-19, dos están curados, uno ha recibido el alta hospitalaria y sigue recuperándose, dos reciben tratamiento hospitalario y tres están en aislamiento preventivo sin síntomas.
El papa Francisco ya ha sido sometido a dos test, que han confirmado su negativo. El primero se le realizó el 2 de marzo, pues un largo resfriado hizo saltar las alarmas; mientras que la segunda, apenas tres semanas después, el 25 de marzo, se le practicó después de que un segundo funcionario de la Secretaría de Estado de la Santa Sede hubiera dado positivo. Un sacerdote que, si bien trabaja en el Vaticano, no comparte residencia con Francisco en la casa de Santa Marta.
Entre las medidas de prevención tomadas para proteger la salud del Papa, ya no come en el comedor junto al resto de empleados, como acostumbra a hacer, sino que come en su habitación.
Hace varios días, y como confirmó el portavoz, el Vaticano ha impulsado el teletrabajo para evitar que los trabajadores acudan a sus puestos y así propagar el virus.