Cuando el gobierno colombiano ha anunciado extender el aislamiento preventivo obligatorio hasta el 11 de mayo, flexibilizando la medida solo para el sector manufacturero y de la construcción, el sacerdote franciscano, Gabriel Gutiérrez ha expresado su preocupación por la situación en la que se encuentran 10.000 habitantes de calle en Bogotá.
“Hemos pasado de una crisis de salud a una crisis humanitaria, donde miles de personas están pasando situaciones muy difíciles”, advierte el presbítero, por tanto “más que albergues, se requiere de asistencia médica y los alimentos”, especialmente para las zonas más afectadas de la capital colombiana como San Bernardo, Cinco Huecos, la carrilera de la calle 19 y la avenida Boyacá con calle 13.
Sin capacidad suficiente
El fraile franciscano ha destacado que “la Secretaría de integración de la alcaldía ha hecho un trabajo loable”, sin embargo no tiene los funcionarios ni el dinero para atender a esta gran cantidad de población vulnerable. “En Bogotá son capaces de atender a 3.000 personas en todos sus centros y eso que colocando un número bastante alto, pero más de 10.000 personas se mantienen todavía en las calles, confinados en sus propios parches [refugios al aire libre]”, ha dicho.
Frente a esta grave situación Gutiérrez ha hecho un llamado a las autoridades a aplicar “políticas estatales más humanas” y a los capitalinos a practicar “la solidaridad ciudadana”, porque “estas personas, que viven del rebusque y del reciclaje, de la limosna y del retaque, pues imaginemos las condiciones infrahumanas en que están”.
El grave problema de la drogadicción
Otro de los graves problemas –incluso peor que el propio Covid-19– es la toxicodependencia, pues “en medio de la emergencia sanitaria, esa adicción y la abstinencia los deja más expuestos a la violencia de ellos mismos y a la de otros”, señala.
“Esas pipas son compartidas por las personas. Dios quiera que no vayamos a tener una desgracia con los habitantes de la calle debido a contagios masivos”, asegura el religioso.
A esto le añade el maltrato de algunos policías que han intentado sancionarlos por incumplir la norma de aislamiento: “Les quieren aplicar multas porque deben estar en sus casas, cuando sus casas son los puentes, las calles, los parches. Esa es la casa de estas personas”, denuncia.
Aporofobia terrible
Gutiérrez, quien coordina junto a un grupo de laicos la fundación Callejeros de la Misericordia, ha asegurado que “lo peor, si lo hay, es que dice que la situación no es exclusiva de los habitantes de la calle. Una cruz parecida están cargando migrantes venezolanos, trabajadoras sexuales, miembros de la comunidad LGBTI, vendedores ambulantes y cachivacheros”.
Son muchas las situaciones crueles que a diario viven estas personas, lo que a su juicio “estamos viviendo una aporofobia, un odio a los pobres terrible, un odio a los emigrantes venezolanos, un odio al diferente”.
Denuncia las situaciones vejatorias e inhumanas de los llamados hospedajes de ‘pagadiario’ en Bogotá: “Muchos de esos inquilinatos no tienen las condiciones, tienen un aglomeramiento terrible. Algunas personas son humilladas y lanzadas a la calle”, por lo que ha pedido al gobierno y a congresistas tomar medidas urgentes al respecto para palear la crisis humanitaria vivida por los más pobres.
Foto: Callejeros de la Misericordia