Las luchas por la dignidad no descansan ni quisiera en tiempos de coronavirus. Es lo que ocurre en El Seibo, región de República Dominicana en la que los misioneros dominicos acompañan a la sencilla población campesina frente a la rapiña de varios terratenientes y de dos grandes empresas azucareras, Central Romana (que abastece las tres cuartas partes del azúcar consumida en Estados Unidos, salidas directamente de estas tierras) y el Grupo Vicini, que prácticamente controla en Ministerio de Educación a través de una fundación.
Uno de los referentes de esta causa es el dominico español Miguel Ángel Gullón, quien lleva 14 años en El Seybo y 20 en total en República Dominicana. En conversación con Vida Nueva, relata cómo, esta vez, David también ha vencido a Goliat…
Búsqueda del sello de calidad
“Ya son varios los intentos –cuenta– que Central Romana viene haciendo desde hace varios años para garantizar su azúcar bajo el sello de calidad de Bonsucro, cuya sede está en Londres y que se define como ‘una organización mundial sin fines de lucro que promueve la producción azucarera sostenible y su impacto socio-ambiental’. Es normal que Central Romana quiera mostrar una hermosa imagen ante los consumidores y que estos compren, sin saber, un azúcar manchado de sudor amargo que se extrae de caña sembrada en tierra de sangre inocente que clama justicia”.
“¿Cómo esta compañía –se cuestiona indignado– se atreve a pedir certificación de su azúcar cuando realmente su producción no es sostenible de acuerdo al reglamento de Bonsucro y, además, atenta contra varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la ONU a cumplir antes del 2030?”. Para Gullón, “es necesario recordar todos los atropellos a la dignidad de las personas que Central Romana viene haciendo desde que opera en la región oriental de la isla y, más concretamente, los crueles desalojos perpetrados por cientos de guardias campestres en la madrugada del 26 de enero de 2016 en la ciudad de Santa Cruz de El Seybo, en un camino de uso público”.
Hechos condenados
Unos hechos, por cierto, que, gracias a los dominicos y a otras entidades locales, han sido condenados por el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra y que están siendo investigados por la Corte Federal de Florida. No así por la Justicia dominicana, que los ha sobreseído.
Ahora, se felicita el misionero español, se ha demostrado que “el dinero no lo puede todo y Bonsucro ha tenido en cuenta las múltiples denuncias de mancillación a la dignidad hacia una empresa que goza de total impunidad ante la Justicia para deliberar sobre su petición de certificación de calidad. Bonsucro es una institución creíble que goza de una autoridad mundial. Solo admite la petición de membresía y garantiza la producción de calidad a aquellas empresas que cumplen con las más básicas reglas y normas de funcionamiento que se resumen en el respeto al medio ambiente y a la dignidad humana; realidades que no solo están lejos de cumplirse por Central Romana, sino que esta es modelo de conculcación de los derechos humanos y de destrucción de la naturaleza”.
Azúcar manchada de sangre
Para el dominico, el rechazo de Bonsucro a la petición de Central Romana refleja que no ha pasado por alto prácticas nefastas como “las condiciones de trabajo precarias, el incumplimiento de las leyes locales, el trabajo infantil y forzoso, la transformación de suelos con gran biodiversidad para la producción de caña de azúcar, el escaso rendimiento de la cosecha, la contaminación por fuga de fertilizantes, la falta de integración con las comunidades locales, los efectos adversos por el suministro de agua, las problemáticas con el derecho de tierra y las fallas de los gobiernos en cuanto al cumplimiento de sus leyes o acuerdos internacionales”.
“Si Central Romana –concluye Gullón– quiere garantizar un azúcar de calidad, debiera antes restaurar la dignidad conculcada a tantas familias que siguen sufriendo los desalojos de sus casas y la usurpación de la tierra que les vio nacer. También es justo y necesario seguir denunciando la esclavitud a que somete a sus braceros, entre los que se encuentran menores de edad, y la deforestación brutal que realiza junto a químicos abrasivos prohibidos por la OMS y la ONU”.