Paula Perales es enfermera en el madrileño hospital La Paz. Su habitual labor en la UVI pediátrica se ha visto interrumpida drásticamente por una irrupción inesperada y que lo ha puesto todo patas arriba: la pandemia global que se ha cebado con España y, especialmente, su capital… “Desde hace mes y medio –relata–, de un día para otro, la UVI se ha convertido en una de adultos positivos en el virus”.
Mujer de fe, este proceso convulso le ha coincidido con la Cuaresma, la Semana Santa y, ahora, la Pascua. Lo que en parte le ha hecho verse frente al espejo de la propia fe: “Quiero ver al Resucitado, pero, sinceramente, no debo estar buscando muy bien, pues me veo sumergida desde hace bastante tiempo en el Viernes Santo. Eso sí, deseo con todas mis fuerzas que llegue la resurrección en algún momento”.
Cada día, esta joven acude a trabajar “buscando en cada momento al Resucitado dentro de la UVI. ‘¿Dónde está Dios aquí?’, no puedo dejar de preguntarme”. “Lo que tengo claro –añade– es que quiero hacer mi trabajo con todo el cuidado y acompañando al enfermo en la medida de lo posible y de lo que los famosos EPIs (Equipos de Proteccion Individual) me permiten, porque dejan al descubierto solo los ojos detrás de una pantalla y unas gafas. Y es que es a través de los ojos desde donde buscamos calmar y comunicarnos, transmitiendo toda la paz que podemos, esperando que el miedo y la soledad que esas personas están sintiendo pueda dar un paso a un lado por un momento”.
De este modo, en medio de tanto dolor e incomprensión, pero no dudando a la hora de ser una mano samaritana más allá del cumplimiento profesional, es como poco a poco va apareciendo esa misma paz dentro de ella. Aunque es un proceso largo y complejo… “Sigo con esa pregunta, pero voy asumiendo que su respuesta es abierta. Y, esta vez sí, creyendo firmemente, que la muerte no es el final, no puede serlo. Que el dolor no tiene la ultima palabra, aunque ahora nos pese tanto, y que el Domingo de Resurrección llega con Él”.