El coronavirus ha obligado a cancelar miles de bodas, optando la mayoría de novios por posponer la fecha mientras se acaba el estado de alarma y se vuelven a permitir los encuentros masivos. No ha sido el caso de Pilar Sobrini y Manuel Sánchez, quienes no variaron sus planes y se casaron por la Iglesia el pasado 28 de marzo en Madrid.
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“Hasta la misma semana de la boda –relata Sobrini–, no supimos si realmente iba a ser posible, ya que teníamos que buscar una iglesia donde estuvieran dispuestos a casarnos y, además, necesitábamos los papeles en regla del arzobispado, que solo abría unas pocas horas a la semana”. Finalmente, conseguimos que un cura que conocía de hace tiempo nos casara, con la condición de que únicamente estuviéramos los testigos y nosotros. Así, fijamos que la hora sería ese día 28, a las 12 del mediodía, y que acudiríamos mi hermana, la hermana de mi novio, él y yo.
A través de YouTube
“Llegamos –recuerda– ese día una hora antes a la capilla. Tuvimos suerte porque, desde ella, se retransmite diariamente la misa por YouTube y, por lo tanto, tienen una logística montada de cámaras e iluminación muy sencilla, pero muy eficiente, que permitía a nuestros familiares más cercanos seguir en directo la celebración. En ese tiempo antes de la boda, repasamos las partes de la ceremonia y escogimos algunas canciones”.
El resultado es que “fue una celebración preciosa. Cada detalle estaba cuidado y cada frase tenía un sentido especial. El cura nos dirigió unas palabras muy bonitas de cómo el amor en estas circunstancias se demuestra más puro que nunca. Un amigo diácono, que era quien inicialmente nos iba a casar, escribió una carta muy emotiva que hizo llegar al cura y que nos leyó por sorpresa durante la ceremonia”.
Despedidos… por los militares
Por supuesto, no hubo el más mínimo atisbo de fiesta al concluir la misa: “Al terminar la ceremonia, tuvimos que irnos rápidamente a casa, sin a penas poder hablar con nuestras hermanas. De hecho, unos militares nos pidieron ‘disolver la reunión’ tras darnos la ‘enhorabuena’ por el matrimonio”.
Por la tarde, eso sí, “tuvimos varios brindis virtuales con amigos y familiares. Compartimos el vídeo de la ceremonia con otros amigos y familiares y varios de ellos nos comentaron que había sido el matrimonio más bonito que habían visto nunca… Y de verdad creo que así fue”.
“Es curioso –concluye Sobrini–… Aunque nuestras personas queridas estaban lejos, quizás, por la situación en la que estamos, los sentimos más cerca que nunca. Fuimos afortunados y, a través de los mensajes, fotos y vídeos que nos mandaron, notamos todo su apoyo y cariño”. Ni una pandemia global pudo distorsionar su felicidad.
La esperanza que sintió Olaizola
Hoy he tenido la ocasión de compartir una boda que siempre será muy especial. Y quiero contarlo, porque hay esperanza.
— jmolaizola sj (@jmolaizola) March 28, 2020
El sacerdote que los casó fue el conocido jesuita José María Rodríguez Olaizola, quien, tras la ceremonia, publicó un hilo en su cuenta de Twitter en el que compartió cómo fue la experiencia: “Hoy he tenido la ocasión de compartir una boda que siempre será muy especial. Y quiero contarlo, porque hay esperanza. En la capilla no había invitados (o los había, pero no podían estar presentes). Solo dos testigos, una hermana de Pilar y otra de Manuel. Prometían amarse ‘en la salud y en la adversidad. Y tocó adversidad”.
“La adversidad –proseguía– de todo un país. La de todo un mundo. La de tantas familias lidiando con la tormenta… Pero desde el primer día decidieron hacerlo real. La boda, preparada al detalle hasta hace dos semanas, ya no era igual. Ni música, ni fotos, ni banquete, ni fiesta, ni baile, ni trajes de gala… Tan solo lo esencial. Dos personas decididas a convertir su vida en imagen del Amor. Solo estábamos cinco personas en la celebración. Yo tuve el privilegio de oficiar. Dos testigos (hermanas de los novios) y ellos. Y Dios. Nos tocaba a los cinco mantener la distancia –por responsabilidad–. Solo ellos dos estaban más pegados y, sin embargo, tan unidos todos… Y los de lejos. Conscientes del dolor de toda una sociedad y, sin embargo, también de un mensaje. La vida sigue. Y la esperanza. Y el amor”.
Amor aterrizado
“No hay dos historias iguales –concluía Olaizola–. Hay parejas a las que estas mismas circunstancias les han hecho aplazar sus bodas. Y es igualmente comprensible. Y legítimo. Y respetable. Porque no hay ni dos historias, ni dos situaciones, ni dos respuestas iguales. Pero a mí su opción me resultó tan auténtica, tan real, tan valiente, tan llena de fe y tan profunda… No puedo decir más que me ayuda a entender el Amor. Eligieron la lectura del evangelio donde se habla de ser sal y luz. Y vaya que sí. Hoy, su amor concreto y aterrizado, aquí y ahora, lo ha sido, al menos para mí”.