El 19 de abril, L’Osservatore Romano hacía en su primera página un llamamiento a “una urgente movilización internacional a favor de África” ante los efectos del coronavirus en un continente “en riesgo de convertirse en el próximo epicentro de la pandemia”. Lo sabían muy bien en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, desde cuya organización no gubernamental para el desarrollo Juan Ciudad (JCONGD), habían creado unas semanas antes el Comité de Crisis de África COVID-19 para coordinar su lucha contra el virus en unas latitudes que conocen muy bien. Su director, Gonzalo Sales, cuenta cómo se preparan para paliar los efectos de una enfermedad que puede dejar más de tres millones de muertos.
PREGUNTA.-¿En qué consiste la labor del Comité de Crisis África COVID-19?
RESPUESTA.- Reúne a representantes de los 23 centros de la Orden Hospitalaria en África, así como a las ONGD principales en apoyo a dichos centros de Europa y a miembros de la Curia General de la Orden en Roma. Este comité ha sido impulsado por Juan Ciudad ONGD (JCONGD), y su misión es conocer las necesidades de los centros y comunidades africanos, coordinar los recursos y ayuda a enviarles y consensuar las acciones necesarias para preparar a nuestros centros frente a la pandemia, así como apoyar a las autoridades locales en lo que nos requieran.
P.- Los datos sobre casos por coronavirus en África no parecen alarmantes. Se habla algo más de 20.000 contagios y unos mil fallecidos. ¿Son datos fiables? Ya vemos lo que está pasando en otros lugares a la hora de estos recuentos…
R.- Es cierto que parece que hay una ralentización de la pandemia en África, la cual puede explicarse por la dificultad del diagnóstico del SARS-CoV-2 en una población que ya coexiste con otras epidemias como el SIDA-VIH, la tuberculosis o la malaria. Así, los síntomas de todas estas epidemias prexistentes pueden confundirse con el COVID-19 y esto, sumado a la falta de test y acciones de detección de la enfermedad de manera proactiva por los gobiernos locales, hacen que las cifras sean menores de las reales.
P.- ¿Lo peor está por llegar a África?
R.- Según Uneca, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, se corre el riesgo de que entre 300.000 y 3,3 millones de personas mueran a causa de la enfermedad si no se adoptan instrumentos para poner fin a su propagación. Los riesgos en las ciudades se agravan, aunque el número de hospitalizaciones es todavía relativamente bajo, por el hecho de que, según la Uneca, el 56% de la población urbana vive sin servicios básicos y se estima que solo el 34% de estas personas tienen la posibilidad de lavarse las manos con regularidad. Además, más del 70% de la fuerza trabaja de manera informal y al aire libre, por lo que no pueden trabajar desde casa.
P.- En Europa y Estados Unidos, todavía en fase álgida su crisis sanitaria, ya se prevén medidas ante el extraordinario impacto económico que arrastra la pandemia. ¿Qué consecuencias tendrá esta crisis global para el desarrollo de África?
R.- Lo peor por llegar a África no es solo la enfermedad, sino los efectos de una detracción de la economía mundial en la economía africana. Las últimas previsiones del FMI proyectan una contracción del 1,6% en la África subsahariana en 2020, en lo que supondría la primera recesión en un cuarto de siglo.
Más alarmantes todavía resultan los datos desplegados por la consultora McKinsey, que calcula que hasta un tercio de los trabajadores africanos podrían llegar a verse golpeados por los efectos económicos de la pandemia. Según los cálculos de la firma, en África existen actualmente unos 140 millones de empleos formales, de los que hasta 18 podrían desaparecer a causa de la crisis, mientras que otros 35 estarían expuestos a recortes salariales. Asimismo, hasta 100 millones de los 300 millones de empleos de la economía informal estarían bajo amenaza.
Para que nos hagamos una idea del impacto de la crisis económica en la salud, según el estudio de la revista científica The Lancet, la crisis económica de 2008 provocó unas 500.000 muertes por cáncer. Imaginemos en África, con un sistema sanitario débil (1,7 camas UCI por 100.000 habitantes) lo que podría ocurrir.
P.- La Orden de San Juan de Dios ha sido pionera en la gestión de una epidemia como la del ébola. ¿Qué lecciones pueden extraerse para la actual situación? ¿Han cometido errores los Gobiernos occidentales al enfrentarse a este virus?
R.- Nuestra institución sufrió la epidemia de África del Oeste de 2013-2016 en cinco centros de Sierra Leona y Liberia, dos de ellos hospitales referentes en estos países, y durante la crisis lograron adaptarse –con mucho esfuerzo y dolor por las pérdidas humanas–ara reabrir y atender a las poblaciones más vulnerables que habían quedado desatendidas por la emergencia, como eran las mujeres embarazadas, la infancia y personas con enfermedades crónicas y graves. Así que destacaría que una de las lecciones más importantes que aprendimos, y que debería aplicarse a esta pandemia de coronavirus, es lograr mantener servicios sanitarios abiertos para casos de no-COVID con todas las garantías, ya que si no, las muertes indirectas superarán a las de COVID, como pasó con el ébola.
Todavía es pronto para hacer una crítica a las medidas tomadas por los Gobiernos occidentales, pero quizás una crítica sí podemos hacernos todos: a pesar de los avisos que hacían los científicos, así como la última epidemia de Gripe A, todos nos confiamos y no hemos reaccionado a tiempo para evitar tantas muertes. Aunque sea prematuro, sí podemos sacar una conclusión y es invertir en ciencia y salud, sin considerarlo un gasto.
P.- El ébola sigue haciendo estragos en la República Democrática del Congo (RDC) desde 2018. Es un virus con mayor letalidad que el COVID-19. Para este, hay 40 ensayos para buscar una vacuna. ¿Y contra el ébola?
R.- El pasado 14 de abril, la OMS publicó que había tres casos detectados en Kivu Norte, lo que desgraciadamente confirma que la epidemia de ébola en RDC sigue activa, una semana antes de que se pudiera declara el país libre de ébola, con un total de 3.404 casos y 2.242 fallecimientos.
En esta epidemia de RDC se ha podido usar la vacuna rVSV-ZEBOV, que se creó a raíz de las investigaciones durante la epidemia anterior en África del Oeste de 2013-2016, ya que es eficaz frente a la variedad Zaire de ébola, que es la que se ha dado en esos dos brotes. Pero si surgiese otro brote de ébola de cualquier otra de las cinco especies conocidas hasta ahora, como Sudán o Bundibugyo, lo más probable es que no funcione esa vacuna, según los expertos.
De todas formas, nosotros no somos expertos en este tipo de investigaciones, aunque sí somos conscientes de la importancia de promover la investigación en países desfavorecidos, para fortalecer sus sistemas de detección y control frente a agentes infecciosos, y por eso, en el Hospital San José de Liberia, entre 2016 y 2019, se desarrollaron dos proyectos para fortalecer las capacidades de los profesionales de laboratorio y su capacidad investigadora. Esto se realizó en colaboración con el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y fondos de la Comisión Europea.
Ahora hay que esperar a ver qué frutos da esa semilla frente al coronavirus, porque sin recursos no es posible mantener esas iniciativas, y aunque indiscutiblemente ahora es una prioridad lograr encontrar una vacuna para la enfermedad COVID-19, no debe ser una excusa para que se abandonen otras líneas ya existentes o potenciales de otras enfermedades como SIDA, malaria, dengue, etc…