A medida que crece el riesgo de la propagación del COVID-19, se suman los reclamos de atención y cuidado de enfermos y grupos de riesgo. Tal es el caso de la población penitenciaria que, durante esta semana, se hizo escuchar de distintas maneras.
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Ante algunos hechos de violencia dentro de los mismos penales, la Comisión Episcopal de Pastoral Carcelaria emitió un comunicado pidiendo la atención de los reclamos de los encarcelados.
Los obispos, atentos a la situación actual de los presos, se ofrecieron “para buscar juntos caminos posibles ante esta emergencia sanitaria; sobre todo para con los más desprotegidos y vulnerables”, como lo han hecho otras veces con las convocatorias a las mesas de diálogo.
Análisis de la situación
La Comisión expresó que la pandemia golpea sin distinción a toda la sociedad y muestra las deficiencias y precariedades de la comunidad. Específicamente, señalan que, en el país, las contradicciones y carencias no son nuevas, y en la medida que no se asumen, deterioran el tejido social.
“Las situaciones de violencia, abandono, indiferencia, egoísmo, olvido y división provocan lesiones casi mortales en una sociedad como la nuestra, que ya no soporta más atropellos a los derechos humanos“, advirtieron los obispos de la pastoral carcelaria.
Indicaron que las cárceles y complejos penitenciarios son ámbitos que merecen ahora mayor cuidado y atención, no sólo por ser espacios de encierro sino, y sobre todo, por el hacinamiento en que se vive hace años.
Con la profundidad y el coraje apostólico del Papa
Tomaron como guía las meditaciones del centro penitenciario de Padua, rezadas por el Santo Padre el último Viernes Santo en el Vía Crucis: “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos…”.
Cercanos a los presos y sus familias, a los agentes penitenciarios y otros actores de la comunidad carcelaria, los obispos apuntaron a tres instancias:
- Todos en la misma barca. Reafirmaron que “nadie por haber delinquido, pierde su condición de persona, de Hijo de Dios y de miembro de la familia humana”. Pidieron establecer una política coherente de recursos humanos y que los tres poderes del Estado, aseguren los recursos para la lucha contra el contagio del COVID-19.
- Todos frágiles y desorientados. Expresaron que, con la sobrepoblación carcelaria, hay realidades que necesitan un pronto tratamiento: presos sin condenas, personas que requieren un tratamiento penal alternativo: padecen enfermedades graves, mujeres embarazadas, personas con capacidades diferentes, con problemas de drogas, y adultos de edad avanzada, en especial los mayores de 65 años con patologías previas que resultan letales combinadas con este virus.
- Todos llamados a remar juntos. Para los obispos es perentorio no quedarse pasivos e indiferentes. Hay que abordar esta realidad, generando acciones concretas en favor de la dignidad de las personas privadas de libertad y particularmente de quienes pertenecen a los sectores sociales más vulnerables. Consideran que esta problemática es un drama de todos los argentinos, por eso, animan al Estado y a los ciudadanos a comprometerse y ofrecer respuestas solidarias ante las demandas.
Finalmente, trazaron un nuevo compromiso con los agentes pastorales del ámbito carcelario para brindar “dentro de nuestras posibilidades el cobijo para que todos podamos “remar juntos”, ante la tempestad de esta pandemia”.
Piden a la Virgen de Luján que interceda ante Jesús, y puedan ellos hacerse eco de las palabras de Hebreos 13, 3: “acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo”.