Un domingo más de este tiempo de Pascua, a las 12 del mediodía de hoy 26 de abril, el papa Francisco presidió la oración del Regina Coeli. Y, como viene siendo habitual desde que se decretara el confinamiento por la pandemia del coronavirus que asola al mundo entero, lo hizo desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano.
También como ya es costumbre, antes de rezar la popular plegaria mariana, quiso comentar el evangelio dominical para los fieles que siguen la retransmisión desde todos los rincones del planeta. En esta ocasión, concretamente, el conocido pasaje de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), “una historia que comienza y termina en el camino”, señaló.
El Papa habló primero de un viaje “exterior” de los discípulos que, “tristes por el epílogo de la historia de Jesús, abandonan Jerusalén y regresan a casa, a Emaús, caminando durante unos once kilómetros”. Se trata de un viaje “durante el día, con una buena parte del viaje cuesta abajo“, matizó. Sin embargo, el viaje de regreso lo realizaron “al anochecer, con parte del camino cuesta arriba tras el esfuerzo del viaje de ida”.
Se trata, pues, de dos viajes: “uno fácil durante el día y otro agotador por la noche”. Sin embargo, Francisco quiso hacer caer en la cuenta a los que seguían su meditación que el primer trayecto estuvo presidido por la tristeza, porque “el Señor camina a su lado, pero no lo reconocen”. Por el contrario, en el segundo hubo alegría, porque, si bien “ya no lo ven, lo sienten cerca”. “En el primero –subrayó Bergoglio– están desanimados y sin esperanza; en el segundo, se apresuran a llevar a otros las buenas noticias del encuentro con Jesús resucitado”.
¿Cuál es el mensaje que nos deja a los discípulos de Jesús hoy este relato, con esos dos caminos diferentes? “Que en la vida tenemos dos direcciones opuestas –reflexionó el Papa–: el camino de aquellos que, como esos dos al salir, se dejan paralizar por las decepciones de la vida y caminan tristes; y el de aquellos que “ponen por delante de sí mismos y de sus problemas a Jesús que nos visita y a los hermanos que esperan su visita”. Ahí está, a su juicio, “el punto de inflexión”: dejar de “orbitar sobre tu propio ser, los delirios del pasado, los ideales no realizados, para contemplar la realidad más grande y verdadera de la vida, que Jesús está vivo y me ama“. (…)
“En la vida siempre estamos en camino –insistió Francisco–, y nos convertimos hacia lo que caminos. Elijamos el camino de Dios, no el del yo. (…) Así descubriremos que no hay nada inesperado, no hay subida, no hay noche que no puedan enfrentarse con Jesús”. Y acabó rogando a la Virgen, Madre del viaje, que al recibir la Palabra hizo de toda su vida un ‘sí’ para Dios”, que nos muestre el camino.
Concluido el Regina Coeli, Francisco recordó la celebración ayer, 25 de abril, del Día Mundial de las Naciones Unidas contra la Malaria. Una pandemia que “amenaza a miles de millones de personas en muchos países” y en la que tanbién “debemos continuar empleando nuestros esfuerzos en su prevención y tratamiento mientras luchamos contra la pandemia de coronavirus”. “Estoy cerca de todos los enfermos, de quienes los cuidan y de quienes trabajan para que todas las personas tengan acceso a buenos servicios básicos de salud“, añadió el Pontífice.
Finalmente, Bergoglio se refirió a la proximidad del mes de mayo, “especialmente dedicado a la Virgen María”, y aludió a la breve carta, publicada ayer 25 de abril, en la que invitaba a rezar el Santo Rosario este mes, junto con dos oraciones que pone a disposición de todos los fieles. “Nuestra Madre –concluyó– nos ayudará a enfrentar el tiempo de prueba que estamos atravesando con más fe y esperanza”.