Con un horizonte de paro de alrededor de cinco millones de personas a consecuencia de la pandemia del coronavirus, desde la HOAC tienen muy claro que la renta básica –o ingreso mínimo vital, como lo denomina en Gobierno– es un derecho que los Estados tienen que procurar a sus ciudadanos. Es una de sus reivindicaciones ineludibles en vísperas del Primero de Mayo, porque si hay algo que rescatar en esta crisis económica que ya tenemos encima, es, como sostiene Gonzalo Ruiz, presidente de la HOAC, a las personas, “cueste lo que cueste”.
PREGUNTA.- ¿Qué le parece la petición que ha hecho el papa Francisco de un salario universal para los trabajadores más desfavorecidos?
RESPUESTA.- Es una cuestión que lleva mucho tiempo planteándose. Que el papa Francisco lo proponga, pone de manifiesto su cercanía y sensibilidad hacia los colectivos más pobres y desprotegidos, que conoce de primera mano cuáles son las necesidades y la situación en la que se encuentran millones y millones de trabajadores y trabajadoras precarios.
Los derechos de los trabajadores y trabajadoras no pueden vincularse a tener empleo o no tenerlo. Sus derechos están vinculados a su condición de personas. La dignidad de la persona está por encima de cualquier otra circunstancia y condición, por tanto, los Estados están obligados a procurar una renta mínima que les permita vivir con dignidad y poder desarrollarse plenamente como personas.
P.- España va poner en marcha en unas semanas un ingreso mínimo vital. ¿Qué cuantía mínima cree que debería tener y a quién beneficiar?
R.- No soy técnico en la materia, pero ha de ser una cantidad que permita cubrir las necesidades básicas, vitales de las personas y las familias. Se habla de que debería estar entre los quinientos y los seiscientos euros. Debe ir dirigida a todas las personas que se encuentran en situación de desempleo y no tengan prestación por el mismo.
Estos ingresos mínimos han de darse con la suficiente agilidad y rapidez como para que no pasen meses en situación de desamparo total las personas afectadas, como es el caso en miles de ellas. Además, debe permitir que en el momento en que una persona en situación de precariedad pierda el empleo, que, por lo general, es temporal y precario, automáticamente vuelva a tener de nuevo la renta mínima, con objeto de que estas personas se muestren activas en la búsqueda de empleo.
P.- Hay un millón de parados en nuestro país que no tienen prestación por desempleo. Los efectos económicos de esta pandemia dejarán en España un nivel de paro superior al 20%. Todavía con los efectos de la Gran Recesión de 2008 en el horizonte, ¿está preparada nuestra sociedad para asumir las consecuencias derivadas de esta destrucción de empleo y su impacto en las familias?
R.- Nunca una sociedad está preparada para sufrir este impacto tan brutal, y menos la nuestra. Porque a esta situación viene a sumarse las consecuencias que todavía estamos padeciendo de la crisis anterior. Los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad, parados de larga duración, mayores de 45 años, jóvenes, mujeres, migrantes, familias monoparentales… han quedado seriamente dañadas por la crisis anterior, a ellos no ha llegado aún la recuperación económica que a nivel macroeconómico se ha producido en estos años.
Por tanto, esta crisis viene a golpear de nuevo –y más fuertemente que a los demás– a los más débiles, a los más desprotegidos. Como dice Francisco, estos colectivos sufren doblemente ante esta situación que estamos viviendo, quedan sin empleo, sin recursos económicos y tienen más dificultad que los demás para vivir el confinamiento por la falta de condiciones de sus viviendas y el hacinamiento que sufren.
Por tanto, el Gobierno, los poderes públicos, han de poner todos los medios para que se pongan en marcha todo tipo de ayudas económicas y sociales para paliar la situación de los trabajadores y trabajadoras, evitando que pierdan sus empleos, y a aquellos que llevan años y años sin empleo, sin ningún tipo de rentas y ayudas, que las administraciones públicas las pongan en marcha para que no queden definitivamente expulsados de esta sociedad, descartados, como gusta decir al Papa. Es la ocasión para que todos y todas salgamos adelante, que nadie se quede atrás.
P.- ¿Qué enseñanzas nos puede dejar el impacto de esta pandemia a la hora de valorar y dignificar el trabajo de tantos trabajadores que están en primera línea en servicios esenciales y que, por lo general, no son bien valorados, además de mal pagados?
R.- Si durante años y años no se hubiera centrado el crecimiento económico en la creciente desprotección de los trabajadores y trabajadoras, no se hubiera precarizado hasta el extremo sus condiciones laborales, con una pérdida continua y constante de sus derechos laborales y no se hubiera hecho un trasvase brutal de la renta de los trabajadores a las rentas del capital, ahora estaríamos en muchísimas mejores condiciones para afrontar esta crisis. De igual manera, si no se hubiera producido el deterioro de la sanidad pública, la situación precaria de muchos trabajadores y trabajadoras del sector sanitario, donde está instalada plenamente la precariedad laboral, estaríamos respondiendo mucho mejor a los desafíos que nos plantea esta pandemia.
Para que nuestra sociedad sea cada vez más justa e inclusiva, son necesarios unos servicios públicos suficientes. Necesitamos una sanidad pública eficiente, que se garantice el derecho a una prestación sanitaria universal para todos y todas, unos servicios sociales y comunitarios, suficientes para atender a todas las personas que están en situación precaria, un sistema educativo que garantice una educación de calidad para todos y todas, que no ponga de manifiesto la brecha que sufre el alumnado según su origen o procedencia social, como se está poniendo de manifiesto con esta crisis. En definitiva, necesitamos unas prestaciones de los servicios públicos que ayuden a paliar las diferencias sociales y que permitan vivir con dignidad a todas las personas que vivimos en esta sociedad.
Se pone de manifiesto también cuáles son los verdaderos servicios que hacen posible que una sociedad funcione, frente a tanta superficialidad y falsas expectativas que esta sociedad nos pone como señuelos, centrando la felicidad y realización de las personas en consumir, tener, poseer, gozar; frente al ser, compartir, acompañar, respetar.
P.- ¿Cree que ante la nueva recesión (o depresión, según algunos especialistas) la salida es volver a incidir en los recortes económicos como se hizo en la crisis precedente?
R.- Si se siguiera el mismo camino que en la crisis anterior, el resultado sería un desastre total. Se acabaría rematando a los millones de personas que aún no han superado la crisis anterior, además de tirar a la cuneta a millones de personas más. En esta ocasión, o se rescata a las personas o esto no va a tener solución, se hundirá la sociedad entera.
Para que la salida de esta crisis haga posible que vayamos construyendo una sociedad mejor, hay que pensar en rescatar a las personas, cueste lo que cueste, se endeude el Estado lo que se endeude. Es curioso que cuando se habla ahora de establecer una renta mínima, enseguida se resalte el coste que ello va a tener y se pone el grito en el cielo. Sin embargo, cuando se rescató a los bancos dándoles miles de millones, ese endeudamiento parecía no tener importancia.