Tras su nombramiento como arzobispo de Bogotá, Luis José Rueda Aparicio ha enviado una carta a los sacerdotes de su nueva arquidiócesis en la que expresa que se siente “sorprendido, agradecido y dispuesto a caminar” con ellos, en la nueva misión que le ha confiado el papa Francisco, sucediendo al cardenal Rubén Salazar Gómez.
- LEE Y DESCARGA: ‘Un plan para resucitar’, la meditación del papa Francisco para Vida Nueva (PDF)
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Sorprendido, agradecido y dispuesto
Rueda Aparicio desglosa cada uno de estos tres sentimientos. En primer lugar, no oculta su sorpresa “porque Dios en su libertad misericordiosa, me ha elegido para esta misión, sin ser el mejor ni el más santo“.
En segundo lugar, manifiesta su agradecimiento “porque el Señor me permite custodiar y abonar la siembra generosa de la semilla del Reino que ustedes (los sacerdotes), guiados por el señor cardenal y sus obispos auxiliares, vienen realizando para la mayor gloria de Dios”.
En tercer lugar, el nuevo arzobispo de la capital colombiana se muestra “dispuesto a caminar y a aportar, todo lo que esté de mi parte, para que Cristo resucitado sea anunciado, celebrado y vivido, en los barrios y veredas de la geografía eclesial”.
Aunque el prelado ha dirigido su primera misiva a los sacerdotes de Bogotá, no ha dejado de destacar la ardua tarea evangelizadora que también realizan los miembros de la vida consagrada, los diáconos permanentes, los seminaristas y los laicos, al manifestar su deseo pascual de “alegría, sabiduría y paz”.
Un cura de pueblo
“Ustedes saben que yo soy un cura de pueblo”, dijo en sus primeras declaraciones a un medio radial local (Antena Radio 7.6) y a la emisora diocesana Nuestra Señora del Socorro, recordando su paso por algunas parroquias rurales en los municipios santandereanos de Albania, Curití, Mogotes, Pinchote y Barichara.
En su mensaje a los presbíteros de su nueva arquidiócesis se presenta como “un sacerdote de 30 años de ejercicio ministerial”, ordenado por Jorge Leonardo Gómez Serna –hoy, obispo emérito– en la diócesis de Socorro y San Gil. “A partir de los 27 años de edad me desempeñé como párroco rural en diversas comunidades“, agrega, al detallar su itinerario como formador en el Seminario Conciliar San Carlos y como vicario episcopal para la pastoral.
Desde su consagración episcopal en 2012, ha sido, primero, obispo en Montelíbano –al sur del departamento de Córdoba–, y luego, a partir del 19 de mayo de 2018, en la arquidiócesis de Popayán, donde se ha aproximado a las complejas realidades del macizo colombiano y ha denunciado, junto con los obispos del suroccidente del país, la violencia y el narcotráfico que se han anidado en la región.
El testimonio pastoral de los sacerdotes de la diócesis de Socorro y San Gil lo ha acompañado e inspirado como pastor, sensible a las brechas entre el campo y la ciudad. “Colombia tiene como dos países: el país rural, pobre, sencillo; y los habitantes de las ciudades“, ha dicho a través de los micrófonos de Antena Radio 7.6, al señalar su preocupación por el campesinado.
Gratitud de la feligresía caucana
La arquidiócesis de Popayán –que Rueda Aparicio ha pastoreado durante los últimos 22 meses– le ha expresado su gratitud por la “huella imborrable que ha dejado” entre ellos, como se lee en una carta suscrita por el vicario general, Libardo Emilio Bermeo: “su testimonio admirable de humildad, de entrega, y de servicio y su amor entrañable por nuestra comarca caucana y el suroccidente colombiano, han marcado grandemente el caminar de nuestra Iglesia arquidiocesana”.
“Oren por mí”, han sido sus primeras palabras cuando lo contacté en la mañana del sábado 25 de abril. La misma solicitud que hizo a los sacerdotes de su nueva arquidiócesis: “oren por mí para que sea dócil a las mociones del Espíritu Santo, para que sea humilde en el ejercicio pastoral y fraterno en la misión“.
Un obrero en la edificación de Dios
Luis José Rueda Aparicio tiene la impronta que identifica a los pastores con “olor a oveja” de Francisco. En su estilo pastoral junto al Pueblo de Dios, y su autocomprensión como “un obrero en la edificación de Dios”, como lo ha expresado a sus hermanos sacerdotes y a la comunidad eclesial que lo esperan en Bogotá, se espera que continúe impulsando una Iglesia en salida a las periferias geográficas y existenciales.
Ante la cuarentena por la pandemia del Covid-19 y mientras puede reunirse con su grey, ha pedido a los sacerdotes que se esfuercen por “tomar la cruz y seguir a Cristo… en el contexto de esta emergencia de salud que nos corresponde vivir en el mundo entero, con sus posteriores repercusiones, en un tiempo de cambios y profundos desafíos socioculturales”.
“Que todos vivamos el discipulado misionero en actitud de discernimiento evangelizador, vigilante oración y servicio contante”, alienta a su nueva comunidad arquidiocesana.