El decano de la Facultad de Ciencias del Seguro, Jurídicas y de la Empresa de la Universidad Pontificia de Salamanca, Luis Alberto Rivas, ha hecho un balance de las consecuencias económicas y financieras a nivel mundial.
Pregunta.- ¿Cuál es la visión global de la situación que ha generado el COVID-19?
Respuesta.- El COVID-19 ha supuesto un impacto gigantesco a nivel global, tanto desde el punto de vista sanitario como emocional y económico. Históricamente, cualquier crisis económica tiene un impacto más o menos acusado en la organización de los países, pero la crisis actual contiene un elemento psicológico añadido muy fuerte que afecta en el cortísimo plazo al comportamiento de los ciudadanos, más allá de lo económico (recesión, paro, deuda, etc.) en forma de ansiedad, miedo, estrés, acentuado todo ello por el hecho de no poder estar cerca de todos nuestros seres queridos en una situación en la que los fallecidos se cuentan casi por miles a diario en nuestro país.
En definitiva, la actual crisis sanitaria y económica generada por el COVID-19 ha añadido aún más incertidumbre y tensión a una situación en la que ya escaseaba la imprescindible certidumbre.
- LEE Y DESCARGA: ‘Un plan para resucitar’, la meditación del papa Francisco para Vida Nueva (PDF)
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
P.- ¿Hacia dónde van las pautas de la economía global?
R.- A nivel mundial, ya antes del COVID-19 observábamos cómo la economía china avanzaba hacia la posición de hegemonía económica mundial, desplazando el centro de gravedad de dicha actividad desde Occidente, liderado por EE.UU., hacia Oriente, en este caso China. China ya era con anterioridad una gran potencia en inversión extranjera directa, en la compra de materias primas, como acreedor de la gran mayoría de economías desarrolladas del planeta, en creación de grandes empresas líderes de los respectivos sectores industriales y de servicios así como hub de investigación, desarrollo e innovación, principalmente tecnológica. Por otro lado, su estructura económica mutaba a gran velocidad desde un centro de producción con una elevadísima inversión respecto al PIB y un gran peso de la actividad industrial hacia una economía en la que gana terreno a gran velocidad el consumo interno y el sector servicios, generando una gran clase media que tiene cada vez una mayor capacidad propia de hacer aumentar dicho consumo interno.
Lo que sucede con la irrupción del COVID-19 es que ese proceso de transición Oeste-Este se acelera y China se posiciona en una situación privilegiada para consumar dicho cambio estructural, a la vez que se consolida como la economía encargada de rescatar -tanto desde el punto de vista humanitario como económico- a la gran mayoría de economías desarrolladas del mundo, incluido EE.UU. Dicho de otro modo, toma el relevo de economía de último recurso que tras la I Guerra Mundial, en el siglo XX, se encargó de representar EE.UU. y se convierte en el protagonista económico que liderará el hipotético y tan comentado ‘Plan Marshall’ del s. XXI, con mucha más capacidad para hacerlo que EE.UU. o la propia Europa, bloques comerciales en los que los niveles de deuda de sus principales economías imposibilitan la implementación de dicho ‘megaplan’.
Por otro lado, la gran mayoría de los gobiernos de las economías mundiales se verán en la obligación de recurrir a la obtención de recursos de manera masiva, por el aumento fortísimo del gasto público que se están viendo obligados a ejecutar, recursos que en gran medida se ocultan en paraísos fiscales. La lucha contra estos centros financieros se antoja, ahora más que nunca, crucial para evitar que la carga fiscal y la responsabilidad de rescatar a las economías más endeudadas recaiga, nuevamente, en las clases medias de aquellos países que las tengan, con el consiguiente aumento de la deuda tanto privada como pública, insoportable ya en muchas economías del planeta, incluida la de EE.UU., y gran parte de los países europeos, latinoamericanos, etc.
Fundamental ha resultado el hecho de que las economías se vean afectadas gradualmente por la epidemia y China comience a salir de la misma en el momento que EE.UU. comienza a entrar. Por todo ello, el nivel de cooperación que sean capaces de alcanzar los grandes bloques económicos a nivel mundial -a saber, China, EE.UU. y la UE- será fundamental para mitigar, primero, el impacto de la crisis y, segundo, la rapidez de la recuperación de la misma. Dicha cooperación incluye en el corto plazo la ayuda humanitaria desde China hacia estos dos bloques y, simultáneamente, la relajación de la tensión comercial acumulada a lo largo de los últimos años entre, especialmente, China y EE.UU., en la forma de eliminación de los aranceles establecidos así como en el abandono de la guerra de divisas.
Esto mismo debería tener aplicación en todos aquellos conflictos comerciales latentes, como, por ejemplo, el que existe entre la propia UE y Rusia. De nada servirá una recuperación coyuntural de la actual crisis sanitario-económica si las principales potencias económicas mundiales no alcanzan ámbitos básicos de cooperación y solidaridad en dichos conflictos comerciales y económicos. Los actuales acuerdos entre EE.UU. y China para relajar dicha tensión así como para avanzar de manera conjunta en el descubrimiento de una vacuna y/o medicinas que curen el virus, son una gran noticia y un gran ejemplo de estas colaboraciones vitales. Con el paso de los meses veremos si han sido medidas urgentes del cortísimo plazo o se consolidan como estrategias estructurales de largo plazo.
P.- ¿Y la economía española?
R.- Respecto a la economía española, tenemos la obligación de seguir apostando por proteger el proyecto europeo, incluso en este momento histórico en el que existen más discrepancias y grietas en la toma de decisiones globales por la falta de perspectiva de algunos miembros: el proyecto europeo se consolida en la segunda mitad del siglo pasado y se construye asentado principalmente en el Principio de Solidaridad que ilumina e inspira (o al menos, debería) todas las decisiones que se han tomado en la UE.
Hay que recordar que la alianza entre Francia y Alemania y su acuerdo para poner en común la producción de carbón y acero tras la II Guerra Mundial ha conseguido que los países de la UE hayamos experimentado, a lo largo de varias décadas seguidas, las tasas de crecimiento económico más altas de nuestra historia, además sin sufrir ningún tipo de conflicto bélico y nos ha permitido convertirnos en un bloque económico único y fuerte, de economías democráticas que son una referencia mundial, más allá de lo económico. Por ello, la economía española verá cómo su evolución va muy vinculada al éxito o fracaso de nuestros principales socios comunitarios.
Además, la crisis actual disparará notablemente la deuda de los países europeos, especialmente de aquellos que más castigados se vean por la crisis del COVID-19 (Italia, España, Francia,… países ya altamente endeudados) por el gran esfuerzo en materia de política fiscal expansiva que tendremos que hacer. En ese contexto de crisis, la economía española se enfrenta a un reto histórico que nos exigirá la toma de decisiones audaces en todo aquello que tiene que ver con modificar nuestra estructura económica y que, históricamente, teníamos pendiente, lo cual representa, por otro lado, una gran oportunidad: mayor gasto en I+d+i, especialmente orientado al ámbito sanitario aunque no solo y acompañado de una gestión más eficiente en este sector; mayor y mejor gasto en educación -que nos sitúe por encima de la media de los países OCDE, incluyendo la educación financiera a todos los niveles-; mejor formación de los trabajadores, así como su reciclaje al entorno digital lo que redundará en una mayor productividad de los mismos; plan energético de largo plazo adaptado al nuevo paradigma de Economía circular; apuesta por convertirnos en una referencia tecnológica de primer nivel; gestión más eficiente de los recursos públicos con mayores niveles de transparencia y mecanismos de lucha anticorrupción a priori y posteriori que permitan dedicar esas fugas de recursos al bienestar de toda la población y del bien común y mayor integración en los mercados globales que fortalezcan nuestra balanza comercial, entre otras medidas.
P.- ¿Es posible prever una situación de este tipo?
R.- La economía mundial ya ha experimentado varias epidemias recientemente. El SARS en 2002 (alrededor de 800 muertos), la gripe A (H1N1 o peste porcina) en 2009 (impacto global, entre 200.000 y 500.000 muertos) y, más recientemente, el ébola en 2014 (con una tasa de letalidad del 60% e impacto, principalmente, local en algunos países africanos) nos recuerdan que, con cierta regularidad y de manera cada vez más frecuente, los habitantes del planeta nos vemos expuestos de manera local o, en la mayoría de las ocasiones, de manera global a este tipo de pandemias.
Aunque se pueden llegar a predecir, es muy difícil desviar tal ingente cantidad de recursos de manera permanente para estar preparados para este tipo de acontecimientos imprevistos o shocks externos. Algunos países como EE.UU., en los que la sanidad pública tiene un peso en términos relativos menor que en otros países OCDE, están teniendo enormes dificultades para afrontar esta crisis mientras que otras economías, como Francia y España, con sistemas sanitarios más fuertes, también se están viendo desbordados.
P.- ¿Qué mercados financieros serán más fuertes?
R.- El impacto en los mercados financieros está siendo ‘histórico’, ‘dramático’ o ‘brutal’, por utilizar algunos de los términos empleados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco de España, entre otros. Con alguna excepción, las bolsas mundiales experimentan caídas que no se habían visto desde 1929.
Aquellas entidades que estuviesen mejor preparadas para luchar contra este tsunami sanitario-económico antes de su irrupción (balances saneados, inversiones adecuadas, adaptación al entorno digital y formación alta de sus trabajadores) tendrán más posibilidades de sufrir menos y, sobre todo, salir más rápido de esta crisis. Por otra parte, habrá muchas empresas que no sean capaces de pasar este duro filtro y desaparecerán.
P.- ¿En qué ámbitos se generan nuevas oportunidades?
R.- Los sectores más beneficiados en el corto y medio plazo son aquellos que están relacionados con el sector sanitario y farmacéutico, laboratorios así como aquellos que sepan adaptar sus estructuras productivas a la producción de bienes altamente demandados en el cortísimo plazo: mascarillas, respiradores y todo el instrumental asociado a las UCI.
Por otro lado, aquellas empresas que actúan en un mercado puramente digital se están viendo muy beneficiadas por esta crisis: plataformas de ocio online, videojuegos. El hecho de que los consumidores no puedan salir de sus hogares en el corto plazo o deban mantener una distancia social de seguridad en el medio plazo hace que estas empresas vean cómo aumenta la demanda de los bienes o servicios que generan.
Finalmente, las empresas con estructuras más ‘tradicionales’ que estaban posponiendo su transformación hacia un entorno online aceleran sus estrategias que, en muchos casos, más allá de esta coyuntura, ha venido para quedarse: bancos, universidades, aseguradoras, etc.
P.- ¿Estamos viviendo una revolución económica?
R.- El cambio de paradigma económico desde una economía convencional, de forma lineal, que había funcionado a lo largo de los tres últimos siglos, aproximadamente, hacia una economía circular en la que se incorporan herramientas tecnológicas de la denominada industria 4.0, y consumidores y productores dejan de tener ya tan definidos sus roles, ya estaba teniendo lugar con anterioridad a la crisis del COVID-19. Lo que sucede ahora es que esta crisis nos obliga a adaptarnos todavía más deprisa a un entorno que está cambiando aún más rápido.
Por otro lado, la evolución de la economía irá estrechamente vinculada a la relajación de las medidas de distancia social, que serán relajadas de manera muy lenta y gradual, condicionado al hecho del lanzamiento a gran escala de una medicina (primero) y vacuna (después). Será esta también una oportunidad para revisar nuestro patrón de comportamiento como consumidores e intentar reducir el peso del consumo (alrededor del 65% del PIB) sobre el total de nuestra actividad económica.
P.- ¿Qué oportunidades formativas pueden surgir después de una situación de crisis como esta?
R.- Como mencionaba con anterioridad, surgen oportunidades en el entorno online que permiten transformar mercados locales en globales. Las empresas que no sean capaces de adaptarse, tendrán muchos problemas para sobrevivir.
P.- ¿Puede ser el ámbito universitario un foro de avance e investigación capaz de ayudar en futuras situaciones complicadas como la que estamos viviendo?
R.- Por supuesto. La universidad siempre ha sido un foro de conocimiento, innovación y un lugar en el que el ser humano ha buscado respuestas y soluciones a sus problemas. Principalmente en el corto plazo serán las ciencias de la salud las que tengan un mayor protagonismo, pero en estas circunstancias necesitamos lo mejor de todas las ciencias para vencer a esta pandemia y poder estar mejor preparados para la siguiente: la Filosofía, para dar respuesta a muchas de las preguntas que nos hacemos estos días confinados en nuestros hogares; la Psicología, para aliviarnos en estos momentos tan complicados; la Economía, para guiarnos en la mejor gestión de nuestros recursos, cada vez más escasos; la Informática y la Comunicación, para seguir suministrándonos las herramientas que se pongan al servicio de las personas y faciliten su trabajo diario así como las relaciones, aunque sean digitales, entre nosotros y nuestros seres queridos; la Teología, para fortalecer en estos momentos el diálogo entre Dios y el hombre, así como todas las demás ciencias.