El confinamiento por el coronavirus ha pillado al obispo auxiliar de Managua (Nicaragua) con su familia en Miami cuando se cumple un año en el exilio por su seguridad personal. En una entrevista televisiva recogida por el periódico nicaragüense Confidencial, el obispo continúa con su defensa de los refugiados y presos políticos que sienten que en su país se vive “entre el miedo y la libertad” bajo el gobierno de Daniel Ortega. “Uno de los grandes retos que tenemos es romper el temor y saber que es posible una Nicaragua distinta, en donde correremos el mayor riesgo, que es de la libertad y el temor de arriesgar”, clama desde su exilio.
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Los refugiados y los presos políticos
“Yo lo he vivido con una gran coherencia de mi parte, manifestando lo que llevo en mi corazón, viviendo de cara a Dios y de cara a la gente”, confiesa el prelado echando la vista atrás. Lo ha hecho entonces y ahora en su situación, en la que el papa Francisco le ha repetido varias veces: “No quiero que te expongas, no quiero otro obispo mártir en Nicaragua”.
Aunque no se considera un “exliado”, ha tomado “más clara conciencia de lo que significaba mi condición estando fuera de Nicaragua. Estar el exilio es una experiencia no solo dolorosa sino sumamente enriquecedora, y me siento muy honrado de poder compartir la inseguridad, la incertidumbre que viven muchos de nuestros hermanos fuera del país”.
“A mí me parece que el problema de los exiliados nicaragüenses, junto al de los presos políticos, son dos problemas humanitarios de una magnitud increíble, que no podemos obviar y que tenemos que poner en la agenda política, en primer lugar”, denuncia. “La situación que viven muchos de nuestros hermanos es muy dolorosa, no solo por el desarraigo de la familia, de la tierra, de la nación, que ya es muy grande en cuanto a dolor y a inseguridad, sino también las condiciones económicas, sociales, en las que se encuentra”, apunta. Por ello reclama que “la Iglesia debe colocar en el centro sus preocupaciones, y cualquier tipo de acuerdo político en el futuro en Nicaragua tiene también que ponerlo como primer punto de la agenda”.
Falta de diálogo
Báez declara abiertamente “que el Papa sí es consciente de la situación de Nicaragua, y de la situación de riesgo que vive la Iglesia, y concretamente las comunidades cristianas”. Y es que la relaciones de Ortega con la Iglesia están totalmente rotas. Por ello, declara que “una de las dimensiones de la misión de la Iglesia, además de anunciar el Evangelio y celebrar los sacramentos como memoria de Jesucristo, es la caridad, la solidaridad, hacer el bien, porque esa es otra dimensión, la promoción humana es parte de la evangelización, y creo que un régimen no tiene derecho a prohibir y a evitar que se haga el bien”. Los obispos en ese sentido han tenido un papel muy activo en la denuncia.
La recete para Báez es “mantener vivo el espíritu de abril del 2018, donde no hubo violencia pero si hubo un consenso nacional, más allá de ideologías, más allá de clases sociales, más allá de los egoísmos personales de cada quien, nos unimos todos en el sueño de una Nicaragua distinta, donde reinara la justicia y donde se respetaran los derechos humanos. Entonces, ese espíritu es el que hay que recuperar”.