Cuando la Hna. Johana Rivera Ramos falleció el pasado 27 de marzo en la Clínica Madre Bernarda, en Cartagena, era la víctima mortal más joven en Colombia –con 33 años de edad– y la primera religiosa ‘mártir’ del coronavirus en América Latina, como tituló El Tiempo en un especial multimedia sobre los rostros de la tragedia, que ya completa 278 fallecidos en el país. Johana fue la décima.
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“Una misma ilusión nos unía”
La Hna. Ana Benita Guanda, venezolana de 36 años y Franciscana de la Inmaculada como Johana, recuerda aquel primer encuentro en el aeropuerto de Valencia, en España, cuna de su congregación religiosa: “conocí a Johana el 25 de febrero del 2018 cuando una misma ilusión nos unía”, dice. Para esa fecha, “varias hermanas iniciábamos una experiencia formativa de cuatro meses”.
Eran 22 religiosas de la congregación, procedentes de Colombia, España, India, Perú, Venezuela, y de algunos países de África. En esos días de amistad y fraternidad, se dejaron “abrazar por tanta bondad de Dios“, comenta.
Desde Caracas, donde es coordinadora de pastoral en un centro de educación especial para estudiantes con discapacidad auditiva, Ana me cuenta que en aquella experiencia que vivieron juntas, compartieron “risas, historias, lágrimas, chistes, libros leídos, y lo más importante: la fe sencilla“.
“Una mujer muy hermana”
Al evocar lo vivido se le siente conmovida, incluso su voz se escucha entrecortada en varios momentos. “Todo nos fue haciendo más hermanas, enraizadas en el amor sostenido de Dios“, añade, y asegura que “Johana era una mujer muy hermana”.
Pero “la hermana muerte nos ha sorprendido a todas“, afirma la religiosa venezolana, quien se siente vocera de sus co-hermanas y agradecida por el regalo que ha significado Johana para ella y para la congregación.
En su memoria permanecen intactas las anécdotas de los cuatro meses que compartieron en España. Allí nació una amistad que ahora ha trascendido, porque sigue sintiendo que es su hermana.