Enrique Sanz Giménez-Rico, jesuita y decano de la Facultad de Teología de Comillas, reflexiona en la revista Sal Terrae acerca de la situación que ha acarreado la pandemia del Covid-19, en un artículo bajo el título ‘Tiempos difíciles, no exentos de esperanza’, en el que urge a una mayor calidad de la dimensión intelectual de la misión de la Iglesia.
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Sanz centra su mirada en grandes figuras como Pablo de Tarso, el cardenal Martini y el teólogo Olegario González de Cardedal, quienes creyeron y vivieron en profundidad la dimensión intelectual de la Iglesia, incluso en tiempos, como este, poco favorables.
Así, justamente en la figura de Martini destaca la “importancia de pensar”. Y es que el cardenal “al referirse a la ‘Cátedra de los no creyentes’, que fundó en 1987, afirmó: fundo esta cátedra, decía, porque no separo en la vida los creyentes de los no creyentes, sino que separo a quien piensa de quien no piensa; y la fundo para aprender a pensar y a inquietarse por el saber”.
Servir intelectualmente a Dios y a la sociedad
En definitiva, el teólogo subraya que “pensar, estudiar y aprender parecen estar muy de la mano en la vida de un hombre de Iglesia y de gran actividad pastoral como lo fue siempre el Cardenal Carlo Maria Martini”. Es precisamente con el recuerdo de estos referentes con lo que el decano invita a la vuelta a los orígenes, y a que su ejemplo anime a los responsables de las facultades de teología y centros teológicos a afrontar con valentía las dificultades y frenos que actualmente existen para que la Iglesia sirva, también intelectualmente, al Pueblo de Dios y al conjunto de la sociedad.
Por otra parte, anima a que se ponga en práctica el proemio de Veritatis Gaudium, que incide en que los alumnos de teología puedan ser introducidos espiritual, intelectual y existencialmente en el corazón del kerygma, en cuyo centro están la misericordia y el diálogo.
