La religiosa italiana Roberta Tremarelli, secretaria general de Infancia Misionera, perteneciente a las Obras Misionales Pontificias (OMP), valora en esta entrevista con Vida Nueva cómo afrontan los misioneros (y, con ellos, las comunidades a las que acompañan, especialmente los niños) uno de los mayores retos que hemos afrontado como sociedad: la pandemia global del coronavirus.
PREGUNTA.- ¿Cómo ve el gesto papal de impulsar un Fondo Misionero para ayudar en la lucha contra el coronavirus y que se gestionará a través de OMP?
RESPUESTA.- Las OMP son el instrumento oficial e institucional del Papa para el apoyo a las jóvenes Iglesias en los territorios de misión. Es normal, por lo tanto, que el Papa, en su atención a cada persona y a cada Iglesia particular, tenga muy presente, en esta situación de pandemia, también la realidad misionera. Y, así, ha acogido con gratitud esta propuesta de las OMP, subrayando nuevamente su vinculación con esta institución pontificia, que sostiene desde hace 100 años las numerosas diócesis (más de 1.100) en África, Asia, Oceanía y en una parte de América Latina.
Como el buen samaritano
P.- Los misioneros padecen muchas amenazas: fanatismo religioso, violencia étnica, pobreza, escasez de recursos en educación y sanidad… Ahora han de hacer frente a una pandemia global en contextos muy golpeados. ¿Están preparados?
R.- Seguramente, los misioneros y las misioneras, que son hombres y mujeres de fe, en este tiempo pascual se han preparado bien, uniéndose a la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y, por esto, junto a Él, está la esperanza en una vida mejor y siempre fervorosa. Pero la fe no basta, como diría Santiago Apóstol, y, siguiendo el ejemplo de Jesús, los misioneros tratan de cuidar el cuerpo y el espíritu de cuantos encuentran en su camino, precisamente como el buen samaritano.
Los medios a disposición parecen ser insuficientes para afrontar la situación actual, en particular a causa de las restricciones que impiden o retardan la economía nacional, también aquella rural de los diferentes países, y así no se puede trabajar, producir ni ganar para vivir y hacer vivir. Muchos países han sido providentes, a diferencia de nosotros, los europeos, y han actuado inmediatamente con medidas restrictivas y de precaución para impedir una difusión del virus que, ciertamente, había sido traído desde afuera.
Las estructuras sanitarias en algunos países de misión no soportarían la lucha contra una difusión del virus y una eventual epidemia. Un sacerdote me ha dicho: “Espero no llegue aquí; si no, la población será exterminada”.
Esta realidad de pandemia nos hace conscientes de qué importante es tener cuidado del otro siempre, cada día, también de los misioneros en el servicio que desarrollan, no solo cuando se acerca la Jornada Misionera Mundial. En efecto, a lo largo de todo el año y en todas partes del mundo, los misioneros rezan, trabajan, evangelizan, caminan con la gente, encuentran desafíos, ofrecen sonrisas y tienden la mano para crecer juntos.
P.- ¿Cómo podemos ayudarles los católicos de todo el mundo en esta urgente tarea?
R.- Las OMP tienen la finalidad de vitalizar la conciencia misionera de cada bautizado en cada parte del mundo, para que participen en la misión de la Iglesia, para que su esfuerzos misioneros sean un elemento que ilumine y dé gusto a la vida cotidiana. Hay tres instrumentos fundamentales para ello: la oración, el sacrificio y la ofrenda.
Como dice el papa Francisco, la oración es la primera acción misionera, y, en este tiempo, podemos darnos cuenta de ello. En todas partes del mundo, en cada Iglesia particular, se están realizando, en este tiempo de coronavirus, propuestas espirituales de todo tipo para ayudar y acompañar con la oración, ya sea a quienes han sido afectados directamente por el virus, ya sea a aquellos que quieren estar cerca de ellos. Por ejemplo, en muchos países en donde los grupos de la Infancia Misionera están bien organizados y activos, pese a la interrupción de toda actividad, encuentro y celebración, los niños y los adolescentes han vivido el tiempo de Cuaresma en su propia familia, involucrando a sus padres y compartiendo los momentos de oración, canto y animación gracias a los medios. La familia se ha convertido, cada vez más, en una Iglesia doméstica y esperamos que después no se olviden de esta importante experiencia.
La ofrenda del sacrificio, de los sufrimientos y del trabajo es igualmente un instrumento válido para que los católicos apoyen a los misioneros que trabajan para difundir el Evangelio y extender el Reino de Dios, para que cada hombre y mujer del mundo pueda descubrir y vivir la dignidad de ser Hijos de Dios.
Por último, está la ofrenda material, con la cual, cada católico puede contribuir a la misión evangelizadora. Por medio del Fondo Universal de Solidaridad de las OMP, constituido por las ofrendas recolectadas en todas las parroquias y diócesis del mundo, y signo de la unidad de fe, de amor y de justicia que unen a todos los miembros de la Iglesia, se realiza esta cooperación misionera que, desde los inicios, había caracterizado a la Iglesia y a sus miembros.
Fe y esperanza
P.- Por su contacto con tantos misioneros, ¿cómo les encuentra anímicamente? ¿Cómo están organizando sus comunidades ante lo que puede estar por venir?
R.- De algunos mensajes recibidos puedo también comprender que, si bien hay una preocupación y un temor, en la base de todo están la fe y la esperanza, que permiten mirar más allá, con fuerza. En muchos contextos no se tienen noticias de personas afectadas por el virus, pero porque no hay controles. Los gobiernos tratan de hacer lo que pueden, como también los responsables eclesiales. Algunas comunidades se están organizando con provisiones para distribuir en los lugares más remotos y las escuelas vienen siendo utilizadas como locales para la cuarentena. Los obispos, los sacerdotes y las religiosas tratan de organizar y apoyar a la población para que no pierdan la esperanza y no caigan en el miedo y en la frustración por culpa de la falta de medios, especialmente en las aldeas y en las zonas distantes a los centros urbanos. Los directores nacionales y diocesanos de las OMP tratan de animar y de estar presentes también por medio de la radio.
P.- Los niños son los más expuestos en todas las crisis… ¿Cómo se les puede proteger, además de a nivel sanitario, para que no se agrande la brecha social entre ellos en la pospandemia?
R.- Los niños deben ser protegidos siempre, no solamente en los momentos de dificultad. Sobre todo, han de ser acompañados, apoyados y escuchados. La transmisión de la fe, para nosotros los cristianos, debería ser una prioridad a partir de la infancia. La educación es el elemento fundamental para aprender a cuidar la propia vida y la salud, siendo también creativos en el producir un futuro.
La actual clausura de las escuelas y de muchos centros para niños y adolescentes puede ser un obstáculo especialmente cuando faltan la estabilidad de un trabajo por parte de los padres y la posibilidad de acceder a los servicios de agua potable, energía eléctrica y alimentación.