El pasado mes de marzo, el sacerdote español Julián Carrón fue reelegido presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, cargo que ejerce después de que el fundador, Luigi Giussani, le designara como su sucesor en 2004. La diaconía central (asamblea) en la que se decidió que siguiera al frente de este movimiento católico se desarrolló en plena pandemia del coronavirus, por lo que varios participantes lo hicieron por vía telemática. Carrón considera que la actual crisis supone “una ocasión para descubrir qué es lo esencial para vivir”, un argumento en el que profundiza en su último libro, ‘El despertar de lo humano. Reflexiones de un tiempo vertiginoso’, recién publicado en italiano en formato electrónico.
PREGUNTA.- ¿Cómo está afrontando esta emergencia?
RESPUESTA.- Dejándome provocar por la realidad que nos desafía a todos y sin tratar de escapar de ella. Es una provocación constante por lo que veo con mis ojos y lo que me cuentan mis amigos y conocidos, de gente que se implica sin reparar en los riesgos que corre o de quienes empiezan a padecer las necesidades más elementales, como comer, o no pueden hacer un gesto tan humano como despedir a un padre o una madre cuando muere. Esta situación pone ante nuestros ojos el misterio de la vida, recordándonos nuestra fragilidad y nuestra dependencia.
P.- En un artículo en ‘El Mundo’ aseguraba que el mayor enemigo ante esta situación es el miedo. ¿Cómo podemos convivir con esta sensación? ¿Qué se puede aprender de ella?
R.- Muchas veces vivimos en una burbuja en la que nos hacemos la ilusión de estar protegidos de los golpes de la vida, pero ha bastado un virus para sacarnos de nuestro engaño. Cuando la burbuja salta por los aires, nos damos cuenta de que dábamos por supuesto cosas que no lo son. Ante una amenaza así, resulta inevitable el miedo. Es la reacción normal ante un peligro. Al niño el miedo no se lo quita una explicación, sino una presencia. La presencia de su madre es la respuesta a su miedo. Por eso, en este momento, no hay tarea más urgente que interceptar presencias que nos ayuden a estar como hombres delante de estas circunstancias. Es una ocasión para descubrir qué es es lo esencial para vivir y así poder aprender algo de este período.
P.- ¿Qué cambiará en la sociedad cuando pase la pandemia?
R.- Depende de qué estemos dispuestos a aprender de ella. Benedicto XVI decía en ‘Spe salvi’ que, en los avances científicos, no hay vuelta atrás, pues la ciencia acumula conocimientos, pero que en la vida humana no funciona igual. Las experiencias más radicales pueden llevarnos a adquirir certezas en un determinado momento de nuestra vida, pero también se puede volver atrás. Nada es adquirido de una vez para siempre, porque está por medio la libertad. Se puede perder la vida viviendo, como dice Elliot.
P.- ¿Cómo cambiarán las convicciones de las personas?
R.- Nuestro cambio dependerá del tipo de experiencia que estamos haciendo mientras vivimos este reto. Si esta situación ha hecho emerger hasta qué punto somos vulnerables, nuestras convicciones cambiarán si estamos dispuestos a reconocer esta vulnerabilidad, una vez acabe la emergencia. Cada uno debe ver si ha descubierto presencias que le han permitido vencer el miedo o le han ayudado a dar un sentido a su soledad. Si encuentra aquello que responde al desafío de la realidad, podrá reemprender el camino con un tesoro, con las cosas nuevas que ha descubierto y que antes no poseía. La realidad nos está desafiando con tal potencia que estamos ante algo que no podemos dominar. Todo dependerá de si estamos dispuestos a seguir lo que hemos aprendido, a someter lo que cada uno pensaba sobre sí mismo o sobre la vida a lo que la experiencia le está haciendo descubrir.
P.- ¿Cómo afecta a la fe religiosa?
R.- Nadie ha prometido a quien tiene fe que se le ahorrarían los desafíos que deben afrontar el resto de los hombres. Estos retos ayudan a los creyentes a comprobar la certeza de su fe. Quien no huye de ellos, saldrá de estas situaciones con una certeza mayor del valor que tiene su fe para vivir las circunstancias que todos tenemos que afrontar. Si su fe ha salido fortalecida, podrá ser útil a los demás a través del modo con el que vive todo –el trabajo, la enfermedad, el miedo, etc.–, porque la fe le permitirá afrontar este y otros desafíos sin arrugarse ni desfallecer. (…)