Ayer, 5 de mayo, Francisco recibía en audiencia al cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. Durante el encuentro, el Papa, tal como ha comunicado hoy la Santa Sede, autorizaba a la Congregación a promulgar el reconocimiento como venerables de cinco personas. Dos de ellos, un padre –además, sacerdote redentorista– y una hija españoles.
De esta manera, Francisco reconocía como venerables, así como las virtudes heróicas de Francisco Barrecheguren –quien, tras la muerte de su mujer y su hija, fue ordenado sacerdote dentro de la congregación del Santísimo Redentor– y de Conchita Barrecheguren.
Conchita Barrecheguren García nació en Granada el 27 de Noviembre del año 1905, y falleció en la misma ciudad en mayo de 1927. A pesar de su corta vida –murió cuando apenas había cumplido los 21 años– Conchita mostró una sólida fe, en la que enraizaba su modo de afrontar su frágil salud, a pesar de que esta le impidiese unirse, tal como era su deseo, a la vida religiosa.
La Causa de Beatificación y Canonización de Conchita, inició hace más de 80 años, en 1938. En febrero de 1956, Pio XII aprobó el juicio sobre los escritos del proceso diocesano y declaró que no existe obstáculo alguno que impidiese proseguir su proceso de Beatificación y Canonización.
Después de la muerte de Conchita y de su madre, su padre, Francisco Barrecheguren, decide ingresar en la congregación de los Misioneros Redentoristas, emitiendo los votos religiosos el 24 de Agosto de 1947. Después, estudia teología y comienza a prepararse para la ordenación sacerdotal, que tiene lugar el 25 de Julio de 1949, pasando el resto de sus días dedicado a los enfermos.
Francisco Barrecheguren murió en 1957 y su proceso de Beatificación y Canonización se inicia en Granada en 1993. Sus reliquias, junto a las de Conchita, se encuentran en el Santuario de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de esta ciudad.
Con este primer paso aprobado por Francisco, da comienzo el proceso hacia la santidad de padre e hija. Después de esto, para que un venerable sea beatificado, la Iglesia ha de aprobar que se haya producido un milagro por su intercesión. Para ser canonizados ha de demostrarse un segundo milagro.