“El Covid-19 está pegando fuerte en nuestros barrios”. Así comienzan la declaración (la primera por redes sociales) los curas villeros que conviven diariamente con los sectores más vulnerables de la sociedad. En estos últimos días, se conoció el aumento de contagios en los barrios y la muerte por el virus de seis vecinos.
Tomando las palabras del P. Mugica ratifican su compromiso de cercanía con las familias de los barrios. “Seguimos aprendiendo de nuestra gente sencilla, tan acostumbrada a tener que adaptarse siempre a nuevas y difíciles situaciones“, afirmaron los sacerdotes. Expresan que la gente acepta la decisión gubernamental de hacer cuarentena y valora las decisiones en favor de los que más sufren.
Sin embargo, los curas se muestran críticos y demandan: “la comunicación y las políticas del Gobierno en todos sus niveles están enfocadas a la población en general. Entendemos que también es necesario hacer un foco en los barrios populares”.
“La realidad se nos vino encima. Hay temas en los que no podemos seguir esperando su solución”, indican los curas, y enumeran los problemas más latentes:
Los curas villeros señalan que, si bien esta pandemia afectó a otros sectores sociales, con el tiempo va creciendo mucho el contagio en los barrios vulnerables. “Esperamos que no resurjan actitudes discriminatorias“, indican.
Recuerdan que Carlos Mugica y sus compañeros fundaron el Equipo de Sacerdotes para las villas, hace más de 50 años. Hoy, los curas y las comunidades “coordinamos esfuerzos para el bien de los vecinos, especialmente aquellos que más necesitan”.
Conscientes de la prevalencia de los hechos por sobre las palabras, indican: “Ausentarnos de los barrios populares sería colaborar para que crezca la injusticia existente”.
Por tal motivo, afirman que no han cerrado las capillas, sino que las actividades se reconfiguraron en función de las necesidades. Con las autoridades locales, acompañan el relevamiento de los adultos mayores, la asistencia nutricional, los trámites gestión de subsidios, las campañas de vacunación. Esas mismas capillas se ofrecen como casas de resguardo en plena cuarentena de los vecinos.
“Nos hace bien ver cacerolas que con amor alimentan y dan esperanza y no cacerolazos que dividen e infunden miedo al otro. Las cacerolas de los pobres, como todo lo que surge de ellos, son para cuidar y sostener la vida”, ratifican.
En sintonía con las palabras del Papa Francisco, expresan que “tal vez sea (ahora) tiempo de pensar en un salario universal… para que ningún trabajador se quede sin derechos”. Solicitan una mayor presencia inteligente del Estado, de acuerdo a las dificultades que se presentan en: la seguridad, la salud, la educación y las limitaciones de conectividad (muchos chicos no pueden hacer la tarea de la escuela, a pesar del esfuerzo de los docentes).
En el tema salud, valoran la dedicación del personal sanitario, pero es preciso que se destine lo necesario para que no colapse el sistema. Denuncian, nuevamente, la realidad de los chicos que están en el consumo de drogas y mueren por el paco. La situación empeoró con la pandemia. Por eso reclaman contar con espacios para ellos.
Piden a la Virgen de Luján que los estimule a seguir acompañando a las comunidades. Concluyeron con un momento de oración, guiado por el P. Guillermo Torre, párroco de Cristo Obrero, del Barrio 31. Los sacerdotes ofrendaron una vela como símbolo “para mantener encendida la esperanza entre tantos sufrientes de nuestros barrios”. El obispo responsable de la pastoral de las villas, Gustavo Carrara, impartió la bendición: “Que la bendición del padre Carlos llegue hasta los que más sufren y nos siga comprometiendo con ellos en el servicio”.