Podéis ir en paz. ¡Aleluya! ¡Aleluya!”. Juan da la bendición desde el altar. Y pronuncia el envío deteniéndose en cada palabra. Como si fuera la primera vez. No puede ocultar la alegría, aun con la parroquia a medio gas. Unos cuarenta feligreses en la misa de siete. Aplausos, que sustituyen a besos y abrazos. Sonrisas y lágrimas se entremezclan en cada banco. Al párroco también le cuesta en algún momento contenerse en la homilía.
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Es la primera eucaristía del desconfinamiento. En La Gomera. Y en España. Eucaristía diaria. Hace unos meses habría sido un lunes cualquiera. Pero, tras el paso del coronavirus, no. 4 de mayo de 2020. Fecha grabada a fuego para situarse en la casilla de salida de esta fase 1 en la que solo han entrado cuatro islas del país que van por delante por su bajo riesgo de contagio. Vida Nueva acompaña a la comunidad de San Sebastián de La Gomera en estos primeros pasos tras la cuarentena.
Al sacerdote se le acumulan las palabras para expresar lo vivido en esta rentrée. La emoción era tal que salió a la calle para recibir a los suyos: “Es un regalo. No me he podido contener y estaba en la calle recibiendo a la gente. Es la vuelta a casa. Todos radiantes, con ganas de encontrarnos, aunque sin besos ni abrazos. Algo así como una fiesta sin música, pero con un gozo tremendo. Hemos experimentado el paso de Dios por nuestras vidas, como en tantos instantes durante estas semanas, pero de una manera muy especial”.
Servicio público
Cada paso lo están dando en permanente diálogo con la Guardia Civil y con el Cabildo, que se ha ofrecido para desinfectar todas las iglesias antes de cada celebración. “Es un gesto impresionante, porque también nos han facilitado el gel hidroalcohólico, al considerarnos servicio público. Tenemos que corresponder a este esfuerzo, por eso de momento no vamos abrir los templos durante todo el día. Hasta que llegó el COVID-19, teníamos las puertas abiertas de par en par siempre, porque es mucha la gente que se acerca un ratito a rezar ante el Santísimo”, explica.
El límite de asistencia establecido por el Gobierno para esta primera fase es de un tercio del aforo. Juan ha decidido que solo celebrará la misa dominical en el templo principal por sus dimensiones, donde habitualmente caben 400 personas sentadas. Los otros dos templos que le corresponden, tendrán que esperar.
“Guardando la distancia adecuada, podrían participar 90 personas, pero damos por hecho que las que viven juntas se pueden sentar juntas como ocurre en los coches. Esto permite un desahogo”, apunta. Los demás feligreses se ubicarán como en la misa de diario: de forma alterna en los bancos, ora en los extremos, ora en el centro.
Contaminación cero
Las indicaciones de la Conferencia Episcopal, a rajatabla y adaptadas. Dos voluntarias a la entrada para que nadie toque los pomos, ofreciendo gel, dando la bienvenida y con algunas indicaciones de orden para lograr una “contaminación cero”: ir directamente al asiento de celebrar, evitar arrodillarse o sentarse en la capilla del Santísimo si se acercan.
Balance de la primera misa: prueba superada. Ni un solo incidente. “Lo importante es que estamos empezando. Es un pequeño paso para volver a celebrar en plenitud”, sentencia María José Noguerales sobre el reencuentro. En este primer día, esta catequista ha estado en la puerta, echando una mano en la acogida higiénica y frenando algún amago de abrazo.
“Ha sido difícil, porque nos estamos echando mucho de menos. Somos una familia y un equipo, nos conocemos todos y se hace necesario el roce diario”, expone esta matrona con 26 años de experiencia a sus espaldas: “Aunque pueda resultar extraño decirlo por tantos fallecidos y por el miedo que he percibido en las embarazadas, también ha sido un tiempo de gracia en lo personal y lo comunitario. He caído en la cuenta de que estamos realmente en las manos de Dios al vivir a la intemperie de lo desconocido”.
Primeras comuniones
“Donde me he llevado una sorpresa muy positiva es con los padres y los niños de primera comunión, que han seguido el itinerario online de Juan Manuel Cotelo”, explica el arcipreste que, según las indicaciones del Obispado de Tenerife, tiene previsto celebrarlas en otoño.
“Cuando pongan fecha, será bienvenida. Lo que nos importa ahora es ir este domingo a misa, aunque todavía nuestro hijo no pueda ejercer de monaguillo”, comenta Susana Plasencia, madre de uno de los chavales que debía tomar la comunión el 24 de mayo, agradecida por el cuidado durante el confinamiento más allá de lo catequético: “Saber que se preocupan por ti y rezan por ti entre tanta incertidumbre genera mucha calma y confianza”, confiesa.
“Nos hemos apañado, aunque nos hace falta la cercanía de la parroquia y las homilías de Juan”, reconoce Cecilia Darias, otra feligresa de San Sebastián. “La excepcionalidad nos ha hecho ver que no es necesario el templo, pero sí la comunión y la comunidad como plenitud de la presencia del Señor. Es la chispa de nuestra fe”. Lejos de sentirse desantendida en estas semanas, reconoce que “no me esperaba este seguimiento cercano y personal de nuestro pastor. Nos han dado muchas herramientas”.
Estar junto a los parroquianos
Cada parroquia de la isla, con impronta propia. Los sacerdotes de Vallehermoso y Valle Gran Rey ofrecen misas por YouTube. El cura de Hermigua enciende la megafonía de la casa parroquial todas las tardes, reza el rosario con el pueblo, pone música para animar y a las siete aplauden juntos a los sanitarios.
Y Cristo León, el párroco de El Salvador, con cuatro comunidades a su cargo, de un día para otro se vio retransmitiendo la misa por Onda Tagoror, radio local que se escucha en La Gomera, el sur de Tenerife y, sin fronteras, a través de Internet. “Me costó muchísimo porque no me veía radiando la misa, pero reconozco que el Señor me ha dado paz y temple, y los frutos han sido enormes”, admite ilusionado, porque le han llegado peticiones de misas por difuntos desde la península y mensajes desde México.
Con 39 años, este tinerfeño tan solo lleva seis meses ordenado y una pandemia a cuestas. “Mi primera Semana Santa de cura ha sido una Semana Santa sin presencia de fieles, pero no sin pueblo. He madurado a golpe de coronavirus”, comenta. Le ha guiado el “voy a preparar la Pascua en casa” de Jesús para motivar a sus parroquianos para hacer de cada hogar una pequeña Iglesia doméstica. “Invité a crear un altar en casa, para que fuera su lugar de oración y de celebrar la misa. En estos días me han mandado más de un centenar de fotos de cómo los tienen cuidados”.
Ejemplo para el resto
De momento, solo va a abrir dos de sus cuatro templos: “No me puedo lanzar a la ligera ni puedo poner en riesgo a la gente. Todos tenemos que aprender a celebrar en esta etapa”, comenta, consciente de que La Gomera es un espejo para el resto de España: “Todo el mundo nos va a mirar con lupa porque somos los primeros y no podemos fallar. En este caso, es mejor pecar de prudencia”.
Eso sí, no faltará a la cita de este miércoles con el arcipreste. “Semanalmente tenemos una jornada de retiro, formación, coordinación pastoral, en la que compartimos el almuerzo y la misa con la parroquia que nos acoge. Se interrumpió y retomarlo ahora es otro signo de volver a la vida”, comenta Juan Ramos que, después de la primera comunión en su parroquia de San Sebastián de la Gomera, ya prepara la segunda. Y la tercera.