“Orate pro pictora”, “rezad por la pintora”. Son solo tres palabras colocadas después de una firma, S. Plautilla, pero marcan un hito en la historia de la pintura y constituyen una de las primeras reivindicaciones feministas del mundo del arte. Están escritas de forma visible en la esquina superior izquierda de la ‘Última Cena’, un conmovedor óleo de casi siete metros de largo por dos de ancho con el que la religiosa dominica Plautilla Nelli se consagró como una de las grandes pintoras del Renacimiento en Florencia.
Se codeó con otros maestros cuyos nombres, en cambio, sí que pasaron a la historia. Tanto su obra cumbre como la propia figura de Nelli han sido rescatadas del olvido gracias a Advancing Women Artists (AWA), una organización estadounidense sin ánimo de lucro que se dedica a estudiar, restaurar y dar a conocer creaciones artísticas realizadas por mujeres presentes en los museos y depósitos florentinos. Desde su fundación en 2009 por parte de la mecenas Jane Fortune, AWA ha rehabilitado ya 66 obras.
La Última Cena de Nelli supone su mayor proyecto. Ha costado 220.000 euros aportados por donantes privados de diversos países que fueron apadrinando a los 13 personajes de la escena representada: el momento en el que Jesús comunica a los 12 apóstoles que quien le ha traicionado es Judas, que lleva en la mano izquierda una bolsa con las 30 monedas de plata. Hasta el traidor por excelencia encontró un patrocinador.
La Última Cena de Nelli está expuesta desde el pasado mes de noviembre en el museo de la basílica de Santa María Novella de Florencia, a cuatro pasos de la estación de tren homónima. “Hay que recuperar este patrimonio que estaba escondido y ofrecer la visión que daban artistas que por diversos motivos han sido casi olvidadas por la historia”, cuenta Linda Falcone, directora de AWA.
Plautilla fue una mujer extraordinaria. Autodidacta, enseñó a otras monjas del convento de Santa Caterina donde vivía y lo convirtió en un taller de donde salieron pequeñas obras devocionales que estaban presentes en todas las casas de los nobles florentinos, como nos cuenta Giorgio Vasari en su libro sobre la vida de los artistas de su época.
Tenía un grandísimo éxito y cuando su carrera ya estaba asentada se atrevió a hacer una Última Cena, la obra cumbre de la carrera de todos los pintores de entonces. Se consideraba la máxima encarnación de la habilidad masculina. Y ella respondió con esta magnífica creación en la que representa a 13 hombres a tamaño natural y en la que, además, dejó su firma y la particular invitación a rezar por la pintora, reclamando así la autoría femenina.
Lo primero que llama la atención al contemplar la Última cena de esta peculiar religiosa son las manos de los comensales. Nelli muestra todo tipo de gestos: desde Jesús que acaricia amorosamente a San Juan con la izquierda mientras tiende un trozo de pan a Judas con la derecha hasta manos con los dedos entrelazados, en posición de oración, con el índice señalando hacia arriba o apoyadas con gesto enérgico sobre la mesa.
Ésta está cubierta por un magnífico mantel y ricamente servida con copas y jarras de vino, fuentes con lechuga, hogazas de pan, tres elegantes saleros y, en el centro, un cordero recién cocinado. Una naturaleza muerta, en definitiva, en medio de los apóstoles. “Hay un enorme nivel de detalle tanto en la mesa como en las manos, que muestran las venas, los tendones y hasta las cutículas de las uñas. Plautilla nos diferencia muy bien a los distintos compañeros de Jesús y nos da información de cada uno de ellos según su aspecto, en particular por sus barbas”, explica Rosella Lari, responsable del proyecto de restauración de la Última Cena.