La situación financiera de la Santa Sede es grave, pero no hay riesgo de bancarrota ni se prevén despidos de empleados. Pese al impacto de la crisis provocada por el coronavirus, la “contención radical” planeada en las cuentas de los distintos dicasterios, unida a la posibilidad de realizar desinversiones patrimoniales, garantizan la misión de la sede apostólica.
Es esta la principal conclusión que ofrece el informe sobre la situación económica y las perspectivas futuras presentado el pasado 4 de mayo por la Secretaría para la Economía en una reunión con los responsables de los dicasterios vaticanos. Este documento, al que ha tenido acceso Vida Nueva, prevé un desajuste en las cuentas de 2020 que va desde los 68 hasta los 146 millones de euros, según tres posibles escenarios.
En los últimos cuatro años, hubo de media unos ingresos de 270 millones y unos gastos de 320 millones, por lo que el déficit osciló en torno a los 50 millones anuales, que se cubrieron gracias al Óbolo de San Pedro, el fondo que recoge las limosnas que los fieles hacen al Papa y que tiene como objetivo costear el mantenimiento de la Iglesia católica y sus obras de caridad. Gestionado directamente por la Secretaría de Estado, el Óbolo de San Pedro no entra en los balances de la Santa Sede.
En el Vaticano se plantea desde hace años la necesidad de explicar mejor a los fieles que este fondo no sirve para “tapar agujeros”, pues, desde su propio nacimiento en el siglo VII, invita a los bautizados a que colaboren para sostener materialmente “las obras de evangelización y el socorro a los pobres” que realiza el obispo de Roma. Este año se prevén unos ingresos de 68 millones en el Óbolo, frente a una estimación de 97 millones en 2019.
El déficit financiero de los últimos ejercicios no ha impedido que se dediquen unos 24 millones de euros anuales para obras de caridad. A esa cantidad habría que añadir las iniciativas con el mismo fin realizadas por el Óbolo y por otras fundaciones o entes vaticanos que no entran en los balances de la Santa Sede.
La caridad se pretende aumentar durante los próximos años, en los que será necesario “verificar qué estrategias realizar para mantener la sostenibilidad financiera del sistema a medio y largo plazo”, según puede leerse en el citado informe.
El texto asegura que, incluso en la actual recesión provocada por la pandemia, no está en peligro la supervivencia financiera de la Santa Sede. Se plantea, eso sí, la necesidad de aplicar una “cierta austeridad” para ceñirse a los “objetivos de acción prioritarios”, ya que, “desde el punto de vista económico, en los próximos años nada será igual”.
Así, si los presupuestos de 2020 preveían unos ingresos de 269 millones de euros y unos costes de 322 millones. Debido al coronavirus, las entradas pueden en cambio oscilar entre los 149 y los 201 millones, según los distintos escenarios, mientras que los costes se moverán en una horquilla de entre 269 y 295 millones. De cara a 2021, se ha elaborado una previsión conservadora con 139 millones de ingresos, una cifra menor que la contemplada en las peores circunstancias de este año, y unos gastos de 269 millones.
Quedaría, por tanto, un déficit de 130 millones. Para la mejora de las cuentas, resultará determinante la inminente reapertura de los Museos Vaticanos, principal fuente de ingresos de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, que, cada año, aporta unos 30 millones de euros a los presupuestos de la Santa Sede.