El pasado 12 de marzo, el obispo de Irapuato (México) Enrique Díaz Díaz, en calidad de responsable de la Dimensión de Educación y Cultura de la Conferencia del Episcopado Mexicano, exhortó a las comunidades escolares a redoblar el cuidado y los lazos de solidaridad, especialmente con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, de cara a la emergencia sanitaria provocada por la pandemia de Covid-19.
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Un mes después, en el marco del Día del Maestro que se celebra en México el 15 de mayo, el obispo manifestó su “asombro, gratitud y cercanía, con tantos maestros y maestras que, más allá de los límites, han puesto todo su talento y recursos para seguir atendiendo a la población estudiantil”.
A nombre de los obispos del país, Enrique Díaz aseguró que, además de hacer un esfuerzo administrativo y pedagógico, los maestros han logrado, en muchas ocasiones, generar un puente de comunicación cercano con directivos y padres de familia.
Y ha quedado sorprendido –dice– de su capacidad para acoger las necesidades más básicas de atención emocional, social y espiritual de los niños y jóvenes, “quienes necesitan comprender, asimilar y disponerse a llevar esta realidad compleja con el mejor espíritu”.
La crisis ha desvelado la grandeza de la vocación
Para el obispo Díaz, esta emergencia sanitaria, además de haber sacudido al país, ha desvelado muchas carencias no sólo materiales, sino también espirituales, pero también –añade– ha revelado muchas fortalezas y la connatural generosidad que hay en el corazón humano. “En muchos casos, he podido constatar que ha prevalecido la grandeza de la vocación magisterial”.
Enrique Díaz hizo un llamado a generar, frente al futuro próximo, esfuerzos de creatividad solidaria, pues considera que esta situación es un reto para todos “a modificar muchos esquemas de relación y de administración de las instituciones educativas”.
“Hoy, nuestra atención máxima debe ser la atención a las cuestiones profundamente humanas: el valor de la vida, de la verdad y del bien, del verdadero servicio, del manejo de los afectos, la sana convivencia, la construcción de bien común, la equidad y la experiencia de una verdadera libertad con responsabilidad”.
Haciendo suyas las palabras del papa Francisco, el obispo exhortó a aprender a vivir, “comprendiéndonos, en una misma barca, nuestra casa común, e impulsando una ética del cuidado solidario”.
Y a los maestros, los llamó a renovar su vocación, con sus esfuerzos particulares en el contacto con cada niño o niña, adolescente o joven. “Ustedes son protagonistas insustituibles de la educación formal, en cada espacio social”.
“Nuestra felicitación y cercanía en Jesucristo, Señor y Maestro, en este día en que les celebramos”, concluye el texto firmado también por el sacerdote Eduardo Corral Merino, secretario ejecutivo de dicha dimensión episcopal.