Los obispos de Navarra y País Vasco han dado un paso al frente para respaldar la propuesta del Papa Francisco de un salario básico universal para aquellas personas que se encuentran fuera del mercado laboral y carecen de ingresos. Así lo expresan en una carta pastoral conjunta como respuesta a la actual “crisis sanitaria, económica y social” causada por la pandemia del coronavirus.
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Bajo el título “Bienaventuranzas en tiempos de pandemia”, los seis prelados reivindican que “mientras no sea posible obtener los ingresos suficientes para una vida digna, debemos sostener a los desempleados, personas vulnerables y familias en riesgo de exclusión por medio de mecanismos que les ayuden a afrontar esta situación, tales como la renta de garantía de ingresos en el País Vasco o la renta garantizada en Navarra”.
La misiva, fechada en el 13 de mayo coincidiendo con la festividad de la Virgen de Fátima, está firmada por el arzobispo de Pamplona y Tudela, Francisco Pérez, así como el obispo de Bilbao, Mario Iceta; el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla; el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde; el obispo auxiliar de Pamplona, Juan Antonio Aznárez; y el obispo auxiliar de Bilbao, Joseba Segura.
Realismo, esfuerzo y responsabilidad
En la extensa carta, los pastores reconoces que “el panorama que se nos presenta es duro y requiere afrontarlo unidos, con realismo, esfuerzo y responsabilidad”. Con una mirada esperanzadora, juntos actualizan el Sermón de la Montaña, actualizándolo a los desafíos planteados por la pandemia, tanto en el día a día de la ciudadanía como en la actividad litúrgica, pastoral y caritativa de la Iglesia.
“Es necesaria la participación de todo el Pueblo de Dios en la instauración de una verdadera economía de comunión, donde la persona humana sea el centro de la actividad económica y laboral”, demandan los prelados, que constatan cómo “es preciso trabajar para evitar ‘los múltiples descartes’ de los más desfavorecidos, debilitados o en riesgo de exclusión”.
Creación de empleo
“Por eso, es urgente instaurar medidas oportunas que eviten la destrucción de empleo y favorezcan la creación de puestos de trabajo”, exigen a una sola voz. En este sentido, admiten que “los efectos económicos de la pandemia están haciendo estragos en muchas familias y en la sociedad en general”.
Los obispos reclaman de forma implícita un gran pacto social “para hacer frente a estas realidades, es necesario proporcionar la ayuda eficaz al tejido económico, empresarial y laboral con vistas a la generación de bienes y al mantenimiento y creación de empleo estable y de calidad”.
Enorme desafío
“Todos estamos llamados a colaborar en este enorme desafío: instituciones públicas y privadas, civiles o religiosas, dejando de lado prejuicios ideológicos excluyentes”, apuntan incidiendo en que “es un momento propicio para revisar las estructuras sobre las que se asienta la economía, realizando las correcciones necesarias de modo que la persona sea siempre el centro de la actividad económica”.
Su llamamiento se extiende a la Unión Europea para que “manifieste su vocación de ser casa común de colaboración generosa, leal y constructiva entre las naciones que la componen y en el concierto internacional”. “Ante la crisis económica, necesitamos impulsar una auténtica caridad social contribuyendo responsablemente entre todos a proporcionar la ayuda necesaria a los países que en este momento más lo necesitan”, desean.
Caridad social
Al hilo de esta cuestión, también exponen cómo la pandemia “también nos mueve a reflexionar sobre la necesidad de impulsar un modo nuevo de ejercer la caridad social. Esta caridad, fomentada por la acción política, posibilita la promoción de una auténtica civilización del amor, sin exclusiones”.
Resulta significativa su llamada a proteger “la vida de los no nacidos, de las personas con discapacidad, de los ancianos y moribundos, de quienes padecen cualquier riesgo de exclusión, acogiendo a los inmigrantes y a los sintecho, haciendo frente a la cultura del descarte”.
Difícil equilibrio
En otro orden de cosas, también profundizan en la necesidad de recuperar la vida litúrgica, con el difícil equilibrio entre el respeto a las medidas sanitarias exigibles y el respeto a la libertad religiosa. Pero más allá de esto, los obispos sí abren la puerta a un debate sobre el futuro de la comunidad cristiana: “¿Qué dice el Espíritu a su Iglesia? ¿Cómo leer los signos de los tiempos en el momento actual? ¿Cómo responder eclesialmente a los nuevos desafíos que se nos presentan? ¿Cómo orientar nuestra tarea considerando la incidencia de la crisis en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social?”.
“Debemos impulsar creativamente la vida de las comunidades y la tarea evangelizadora durante los próximos meses en esta nueva situación condicionada por la seguridad sanitaria mientras se encuentran soluciones eficaces de protección para la población”, apuntan. En este sentido admiten “que el impacto social y económico es muy grande, también en la vida de las parroquias, en su misión y en el sostenimiento económico de la acción eclesial”. “Por eso, es necesario estimular en todos los aspectos la corresponsabilidad generosa de quienes formamos parte del Pueblo de Dios para hacer frente a los nuevos desafíos”, proponen.
En la carta, también anuncian la convocatoria de un funeral en las diferentes catedrales vascas y navarras el próximo 25 de julio, solemnidad del Apóstol Santiago. “Dicha Eucaristía la ofreceremos por todos los fallecidos durante este tiempo de alarma y para que brote el consuelo y la paz en el corazón de sus familiares y amigos”, exponen.