Con un comunicado contundente, publicado en cinco idiomas (español, portugués, inglés, francés e italiano) este 18 de mayo, la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) lanza un llamado a “una acción urgente y unificada para detener una tragedia humanitaria y ambiental” en los territorios de la cuenca Panamazónica, que integra a nueve países e involucra a 33 millones de personas, de las cuales 3 millones hacen parte de los pueblos indígenas.
El pronunciamiento, suscrito por los cardenales Claudio Hummes y Pedro Barreto, presidente y vicepresidente de la REPAM, respectivamente, y por su secretario ejecutivo, Mauricio López Oropeza, se sitúa en el marco de la Semana Laudato Si’ y de cara al dramático incremento de casos de contagiados por Covid-19 en la Panamazónica, que el domingo 17 de mayo superaba los 70.000, con 4.178 fallecidos –según el mapeo diario de la REPAM–, a lo que se suma el aumento descontrolado de la violencia sobre los territorios.
“la REPAM y la Iglesia, fieles al llamado del proceso sinodal y de la exhortación del papa Francisco [‘Querida Amazonía’], se siente llamada a defender la vida, los territorios, defender los derechos junto con los pueblos indígenas en su cultura, su diversidad”, ha dicho López Oropeza en la presentación del texto, estructurado en tres parte: el colapso estructural de la Amazonía, el virus de la violencia y el saqueo, y el llamado a una acción global.
Ha sido el propio cardenal Hummes quien ha recordado que “los pueblos indígenas pidieron que la Iglesia fuera un aliado, una Iglesia que estuviera con ellos, una Iglesia que apoyara lo que deciden, lo que quieren y cómo pretenden construir su futuro en este momento tan difícil de la pandemia”.
La Iglesia, en efecto, viene “haciendo eco de los llamados y pedidos de auxilio, en un contexto que amenaza la supervivencia de este bioma y de comunidades y pueblos indígenas”, como se constata en los comunicados de los obispos brasileños, colombianos, ecuatorianos y peruanos de la Amazonía, lo mismo que en los pronunciamientos de las organizaciones indígenas, que abogan por “la priorización de medidas específicas para garantizar la protección de la vida de los pueblos indígenas frente a la grave pandemia mundial”.
La REPAM suma su voz a las denuncias que ha suscitado el escenario de riesgo de genocidio, inseguridad alimentaria, pobreza estructural y falta de acceso a la salud y al agua potable en la Amazonía, lo mismo que por “el virus de la violencia y el saqueo” de los territorios, como consecuencia de actividades extractivas, deforestación ilegal, intensificación de la minería, acaparamiento y ocupación de tierras, y actividades de agronegocio por parte de empresas que, en lugar de ver frenadas su economía por cuenta de la pandemia, han incrementado sus ímpetus depredadores.
El informe de la Comisión Pastoral de la Tierra sobre el escandaloso aumento de la violencia en el campo, ha demostrado que sobre la Amazonía pesa la mayoría de los asesinatos debido a conflictos rurales en Brasil (84%).
“Por estas denuncias, en varios contextos en la Panamazonia la Iglesia ha sido calumniada y atacada, como sucedió recientemente con las vergonzosas e infundadas acusaciones de la Fundación Nacional del Indio –Órgano del Gobierno Federal brasileño– contra el Consejo Indigenista Misionero”.
Frente a la emergencia que atraviesa la Panamazonía por la brutal encrucijada de la pandemia y de la violencia, la REPAM pide priorizar “el cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas” como dos asuntos inseparables.
Su llamado a una acción global, unitaria y urgente en defensa de la Amazonía, evoca las palabras del papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi del pasado 12 de abril: “este no es el momento para la indiferencia (…), el egoísmo (…), la división (…), el olvido“.
Para la REPAM, este momento histórico reclama la necesidad de juntar esfuerzos en defensa de la “Amazonía querida, con todo su esplendor, su drama y su misterio”, como reza el inicio de la exhortación postsinodal del Obispo de Roma.
Se trata, por tanto, de una tarea impostergable para los pueblos indígenas amazónicos, la sociedad civil, la Iglesia Católica y todas las denominaciones religiosas preocupadas por el cuidado de la Creación; pero también deberá involucrar a “los gobiernos, las instituciones internacionales de derechos humanos, la comunidad científica, los artistas y todas las personas de buena voluntad”.