El Papa ha regresado a la basílica de San Pedro para celebrar una eucaristía con motivo del centenario del nacimiento de san Juan Pablo II. Durante la homilía, Francisco presentó a Wojtyla como modelo de “buen pastor” del que destacó tres rasgos: la oración, la cercanía al pueblo y el amor por la justicia.
Con esta misa celebrada de espaldas en el altar donde descansan los restos del pontífice polaco y acompañado de un grupo de religiosas y fieles que mantenían la distancia social -dos por banco-, Francisco ha puesto punto y final a la retransmisión de las celebraciones diarias que se han retransmitido desde hace dos meses desde la capilla vaticana de Santa Marta para facilitar la participación de los fieles en la eucaristía por vía telemática ante el cierre de los templos por la pandemia del coronavirus.
“En los momentos más duros, el Señor siempre manifiesta su amor”, defendió el Papa al comenzar su homilía, para explicar que “hoy aquí podemos decir que cien años atrás, Dios visitó a su pueblo. Envió a un hombre, lo preparó para ser obispo y guiar a la Iglesia”.
“San Juan Pablo II era un hombre de Dios, porque oraba. Y rezaba tanto… ”, expresó Jorge Mario Bergoglio. “Pero, ¿cómo un hombre que tiene tanto que hacer para conducir a la Iglesia dedica tanto tiempo a la oración? Él sabía bien que el primer trabajo de un obispo es la oración. Y esto no lo dice el Vaticano II, lo dijo san Pedro al crear los obispos”, apuntó.
“Juan Pablo II nos enseña que, cuando un obispo hace el examen de conciencia en la tarde debe preguntarse cuántas horas ha rezado”, añadió sobre el pontífice al que canonizó en 2014.
“Fue un hombre de cercanía, no estaba separado del pueblo. Iba a su encuentro y por eso dio tantas vueltas al mundo entero, buscando, haciéndose cercano y esta cercanía es uno de los signos de Dios con su pueblo”, desarrolló Francisco. “Fue cercano a los grandes y a los pequeños, a los que estaban cerca y lejos. Era cercano y se hacía cercano”, elogió.
Por otro lado, puso en valor su amor “por la justicia completa: la justicia social, la justicia del pueblo que deja fuera a las guerras”. “Por eso era el hombre de la misericordia, porque justicia y misericordia van juntas, no se pueden separar”, detalló el Papa.
“Pensemos cuanto hizo Juan Pablo II para que la gente entendiera la misericordia y cómo promovió la devoción a santa Faustina. Él sintió cómo la justicia de Dios tenía este rostros y don de la misericordia”, destacó.
“Recemos hoy para que nos dé a todos, y especialmente a los pastores de la Iglesia, la gracia de la oración, de la cercanía y de la justicia misericordiosa y de la misericordia justa”, recogió Francisco al final de la homilía.