Mientras en unos países la pandemia por el coronavirus comienza su remisión, en otras regiones del mundo las perspectivas no son optimistas. Es lo que están advirtiendo los obispos brasileños denunciando que los gobiernos locales y nacionales no están haciendo un frente común eficaz frente al virus. Para el presidente de la Conferencia Episcopal, Walmor Oliveira de Azevedo, “muchas autoridades trivializan los efectos de la pandemia e ignoran que muchos hospitales están sobrecargados”, según ha declarado a la revista America.
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Frágil situación
La pandemia está sorprendiendo al país latinoamericano con un rápido crecimiento de los contagios. Mientras, para Azevedo, arzobispo de Belo Horizonte, los políticos “minimizan los efectos” del virus. Para el prelado, “hay un desajuste entre las directrices que vienen de las autoridades sanitarias, basadas en la ciencia, y el comportamiento de los que tienen la mayor responsabilidad de dirigir el país”, afirma sin mencionar directamente al presidente Jair Bolsonaro.
La falta de recursos, especialmente en el mundo rural, y el colapso de algunas instalaciones sanitarias no son suficientes para que se actúe de forma más eficaz. “Las estadísticas muestran que el Brasil, lamentablemente, no está logrando frenar la propagación del Covid-19, y que algunas regiones están experimentando una situación más grave que otras”, lamenta. A la vez, advierte, “Algunas personas se creen inmunes; no se consideran responsables de la salud de su prójimo, que es un hermano o una hermana. Van a las calles sin máscara; se amontonan. El comportamiento de los ciudadanos nos dirá a qué velocidad y en qué condiciones saldremos de esta pandemia”.
Reivindicar la solidaridad
En Brasil las medidas de confinamiento se han pospuesto frente al mantenimiento de la actividad económica, algo especialmente en las zonas amazónicas. Esto ha provocado ya algunas crisis de gobiernos y el despido de algunas autoridades sanitarias. Tampoco la evolución de las cifras de contagiados y muertes haya afectado al plan de Bolsonaro.
Por su parte, la Iglesia Católica invita a desarrollar un compromiso de solidaridad y atención especial a los pobres, las personas sin hogar y los grupos más vulnerables al virus, como los ancianos. Para Azevedo, “esto nos exige a menudo ser más exigentes en los llamamientos a quienes definen y deciden las políticas públicas, para que sus actitudes estén marcadas por una profunda sensibilidad social”. “La iglesia no fomenta el enfrentamiento sino la armonía, basada en un principio que debe guiar al mundo en su avance, ya que no hay otro camino posible. Este principio es el de la solidaridad”, sentencia.
Para el obispo, “el aislamiento social hoy en día es una actitud ciudadana, ya que apunta a un bien mayor”, es “un gesto de amor a la comunidad”. Por ello, se han suspendido las misas con fieles en el país. “Es en estos tiempos difíciles cuando se nos desafía a dar un testimonio genuino de nuestra fe”, señala Azevedo recordando el testimonio de los mártires. “Es un momento difícil, pero también nos permite cuidar de una vocación en nuestros hogares que es esencial: ser iglesias caseras. Estoy convencido de que la Eucaristía se celebrará con una fe aún más madura”, reclama.