El papa Francisco ha enviado una nota manuscrita al Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM), de la Universidad Pontificia Comillas, en la que anima a “abrir siempre más los ojos, los oídos y las manos a los que sufren hambre, injusticia y violencia, agravada por la pandemia del Covid-19”. De esta manera, el Pontífice se ha hecho presente en la entrega de los galardones del II Premio Padre Arrupe de Derechos Humanos, acto virtual en el que ha participado el cardenal Michael Czerny, SJ, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Czerny ha destacado la labor de los premiados –el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) y el periodista Jesús Blasco de Avellaneda– y ha tenido palabras para la situación de los migrantes en el mundo provocadas por el coronavirus, “que no solo agrava las violaciones de los derechos humanos que ya se están dando, sino que actúa como un amplificador, una lupa o una radiografía que revela las inmorales estructuras sociales presentes en el mundo”.
El purpurado jesuita ha indicado que la pandemia “puede y debe abrir los ojos a aquellos que son responsables. Y estos no son solo los que llevan las riendas de la economía y de la política, sino también los consumidores y los ciudadanos que, con más o menos conciencia, insisten en un estilo de vida basado en la explotación, cada vez menos sostenible, tanto de las personas como del planeta”.
El director internacional del SJR, el jesuita Tom Smolich, encargado de recoger el premio, ha reconocido el compromiso del Papa con los migrantes, siendo “el mejor abogado de los refugiados y desplazados, quien resume de forma eficaz la acción que a todos los miembros de la Iglesia se nos propone: acoger, proteger, promover e integrar”.
Smolich también ha tenido un recuerdo para los cerca de 80 millones de personas se encuentran desplazadas forzosamente, según las últimas cifras de ACNUR, y para todos los laicos, jesuitas y otros religiosos que, a lo largo de los 40 años de historia del SJR, han estado al lado de los refugiados y desplazados, tratando de dar luz a sus vidas y voz a sus aspiraciones.
“El trabajo del JRS expresa el compromiso de la Compañía de Jesús de apoyar a los refugiados en todo el mundo”, ha aseverado Smolich, quien ha recordado que los programas del JRS siguen desarrollándose en 56 países, sirviendo a los refugiados y a otras personas desplazadas por la fuerza en zonas de conflicto y centros de detención, en fronteras remotas y en centros urbanos. “Nuestros proyectos de reconciliación son la expresión de un estilo de trabajo que desde su fundación ha guiado al JRS en sus esfuerzos de proteger a los refugiados”, ha subrayado.
Por su parte, Jesús Blasco de Avellaneda –referente del periodismo social– ha tenido un recuerdo para el Padre Arrupe “por ser referente para las personas que tenemos vocación de servir: gracias por su humildad, su bondad, su sacrificio y su entrega para con los más vulnerables”, y ha agradecido al IUEM por su labor, por crear este premio y acordarse de aquellas personas que “a veces dejamos de mirarnos el ombligo para intentar ver a Cristo en el rostro del otro y hacer algo por él”.
Por último, Alberto Ares, director del IUEM, ha aprovechado para reivindicar que la población migrante “trabaja en nuestros hospitales, cuida de los mayores, hace crecer las verduras y hortalizas que tenemos en el mercado, mantiene muchos sistemas básicos de infraestructuras… Muchas de esas personas están sosteniendo el cuidado de la humanidad, algo que parece pasar desapercibido, pero que se hace más patente en estos momentos”. Y, parafraseando a Arrupe, ha concluido su intervención: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.