México

¿Es correcto interrumpir la Misa para contestar una llamada, aunque sea del Papa?





¿Es correcto interrumpir la Misa para contestar una llamada, aunque sea del Papa? Esta fue la pregunta que comenzó a circular en las redes sociales, junto con el video del sacerdote Miguel Domínguez de Jalostotitlán, Jalisco (México), en el que se aprecia cómo interrumpe la lectura del Evangelio para responder a una llamada telefónica del papa Francisco, su amigo.



En entrevista para Vida Nueva, el sacerdote José Alberto Medel Ortega, especialista en liturgia en la Diócesis de Xochimilco, Ciudad de México, consideró que el juicio que se debe hacer sobre la acción que se aprecia en el video depende de cómo se comprende la liturgia de la Iglesia.

No hay norma que hable de la interrupción de la Misa

Aseguró que “desafortunadamente” muchas personas piensan que la liturgia es la adecuada realización de una serie de ritos que están muy bien reglamentados en las llamadas rúbricas o normas litúrgicas. Y se cree que una persona es respetuosa de la liturgia cuando sigue esos procedimientos, y no lo es, cuando no los sigue.

Explica: “Si nos metemos en esta materia, la materia del rubricismo o del ritualismo, hay que decir que no hay ninguna norma en las rúbricas que prohíba o que hable siquiera de la interrupción en la celebración eucarística, por cualquier motivo. No lo dice. Y en ese sentido, el hermano sacerdote de Guadalajara no quebrantó ninguna norma, sólo hizo una pausa, leyendo el Evangelio, y prosiguió”.

“Quiero insistir en la frase ‘leyendo el Evangelio’, pues desde el punto de vista rubricista-ritualista, en realidad no afectó el rito; estaba decodificando las letras escritas en el libro leccionario, interrumpió la lectura para hacer lo que tenía que hacer, y como nos dimos cuenta, después retomó la lectura, y se acabó”.

Un desprecio a la proclamación del Evangelio

Sin embargo, para el presbítero, sí existe una falta cuando se tiene conciencia de que la liturgia es, ante todo, oración. “La liturgia es oración que se apoya en un rito; el rito es el medio, y el medio está ordenado a su sentido, a su razón, a su sustancia, que es la oración. En este sentido, ahí sí estuvo mal, porque hay un claro desprecio a la oración”.

El sacerdote explicó que en la oración de la Eucaristía, en particular, el Evangelio se proclama, lo cual quiere decir que es Dios quien está hablando en ese momento. “Dios está real y verdaderamente hablando”.

Añade: “Los signos que acompañan la proclamación nos hacen conscientes de ello: ponerse de pie; aclamar -con el Aleluya- a Cristo resucitado que habla; el sacerdote, o diácono, que saluda al pueblo congregado para advertirle que debe poner atención porque Cristo va a hablar; en algunas ocasiones hasta es acompañado por los cirios e incienso, y el libro del que se lee el Evangelio es un libro ricamente adornado porque todos estos signos hablan de que Cristo es el que habla, y habla verdaderamente. Y por eso, al final, la rúbrica de esta proclamación es ‘Palabra del Señor’.

El sacerdote fue tentado por la vanidad

El padre José Alberto Medel afirma que la falta que cometió el sacerdote tapatío sólo se puede entender desde esta norma suprema: la liturgia es oración. “Es la oración privilegiada donde donde Dios se encuentra realmente con su pueblo, donde Dios entra en relación directa con su pueblo a través de la mediación de la Iglesia”.

Para el presbítero, cuando se tiene esta perspectiva, todo el rito sagrado y sus componentes recrean la acción de Dios. La proclamación del Evangelio –dice– siempre es solemne, no porque se use incienso o porque haya sirios o porque se cante. No, es solemne porque Cristo está hablando.

“Por ello, considero que lo que hizo este hermano es un desprecio a todo esto que estoy diciendo. Yo diría, en sentido estricto, que ni siquiera lo hizo con maldad, sino porque él, tentado en su vanidad, se sintió halagado porque su amigo el Papa Francisco le llamó en ese momento, y al Papa hay que atenderlo”.

Una ligereza

El sacerdote considera que no se debe caer en el juego de que si para el sacerdote es más importante el Papa que Jesús, pues esa no es la disyuntiva, “simplemente es la ligereza con la que nos acercamos muchos sacerdotes a celebrar los divinos misterios, y en concreto, la Eucaristía. Cuando perdemos la perspectiva no solamente nos tomamos este tipo de ligerezas, sino otras muchísimas que tristemente se cometen a diario, porque no estamos en oración”.

Recordó que el papa Benedicto XVI, justamente quitó de la misa todas aquellas acciones religiosas que no tienen que ver propiamente con la Eucaristía, las cuales habían comenzado a introducirse a la mitad de la misa con la liturgia renovada, después del Concilio Vaticano II.

“El papa Benedicto XVI, salvaguardando la unidad de las dos partes de la Eucaristía, íntimamente unidas porque son una sola acción, quitó todas esas cosas, excepto las celebraciones rituales, que son las celebraciones de otros sacramentos unidos a la misa”.

Por esta razón –refirió– actualmente, en una canonización, todo se hace antes de la misa, aunque, por ser una acción litúrgica, se inicia con: “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” y el saludo.

“Una vez que se lleva a cabo la canonización, viene el acto penitencial y luego la misa, de manera que ésta no se toque, ¿por qué? porque es oración, es el encuentro de Dios con su pueblo, es un diálogo entre Dios y el hombre. Dios habla, el hombre le escucha y le responde, con su misma plegaria. Insisto, cuando no se tiene toda esta perspectiva, se cometen ese tipo de ligerezas; yo lo calificaría así, como una ligereza”.

Finalmente, José Alberto Medel aseguró que ahora que muchas misas se transmiten por internet, es fácil darse cuenta de las grandes carencias que hay en ese sentido, “pues muchos sacerdotes han hecho de la misa su panacea, su pedestal, su podio, para sus cinco minutos de fama, exponiendo su miseria, su pobre vida espiritual, su poco sentido de oración”.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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