Con los bares cerrados en medio mundo –o abriendo tímidamente– por el coronavirus, la venta de cerveza ha aumentado en los supermercados y también en las bodegas de los mojes trapenses de la abadía de San Sixto en Flandes Occidental (Bélica). En el monasterio no esperaban esta avalancha de interés que ha suscitado entre los compradores de la bebida alcohólica.
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Servidores colapsados
La cerveza Trappist Westvleteren 12 está considerada como una de las mejores en diferentes portales web especializados, pero la pandemia obligó a detener su producción el pasado mes de marzo. La semana pasada los monjes retomaron su actividad cervecera y los pedidos se han cuadriplicado, según confiesan los religiosos a Noticias Bloomberg.
“Nos enfrentamos a un tsunami de visitantes”, han señalado los monjes a los clientes ansiosos que han conseguido que la página web de la tienda de la abadía se colapse. “Desafortunadamente, los servidores de nuestros ordenadores no han podido gestionar el flujo masivo de visitantes”, pusieron en el portal de venta. Y eso que la compra es a través de registro y solo se permiten tres lotes por compra.
Para la venta de las primeras 6.000 cajas a la venta tras el confinamiento, los trapenses recibieron más de 11.000 peticiones el primer día. Y es que desde que el abad Gerardus Deleye fijí, en 1945, el máximo de la producción, los monjes solo elaboran unos 6.000 hectolitros cada año, es decir, 5.113 barriles.