Reportajes

Los mártires de nuestra época tienen nombre de mujer





¿Por qué hablar de los mártires en femenino? Una “internacionalización de la humillación de las mujeres”, es así como la biblista francesa Anne-Marie Pelletier define “la barbarie que golpea en primer lugar a las mujeres, allí donde la guerra se desata”. Si es verdad que es necesario tener en cuenta las situaciones históricas y las condiciones socioculturales, también es verdad que las mujeres son generalmente más maltratadas que los hombres. Pero es en relación con el cuerpo que se constatan especificidades más femeninas.



Resistencia en femenino

¿Cuántos cuerpos de mujeres abusadas en sus componentes materna y sexual, profanados, mutilados, expuestos, exhibidos, para deshonrarla, incluso después de la muerte? ¿Cuántos intentos de hacer del cuerpo de las mujeres un campo de batalla, hecho que recuerda que las fuerzas del odio se reconocen por su furia en el querer destruir la belleza y la vida? Ningún martirologio puede pretender ser exhaustivo, los mártires abundan, pero las historias contadas a continuación describen la infinita gama de la resistencia espiritual en femenino.

  • En la pequeña isla del Tíber, en el corazón de Roma, la basílica de San Bartolomeo está dedicada a la memoria de los nuevos mártires de los siglos XX y XXI. Es allí donde desde 2008 se conserva la cruz de Leonella Sgorbati, asesinada dos años antes en Mogadiscio. Esta religiosa italiana, una misionera de la Consolata, enfermera primero en Kenia y luego en Somalia, fue asesinada por terroristas islámicos, en un país destrozado por la guerra civil, el hambre, el bandolerismo y el fundamentalismo religioso. Acababa de salir del hospital pediátrico para regresar a su convento. Estaba en compañía de su guardaespaldas, un musulmán, que también fue asesinado en la calle. Fue a Mogadiscio para abrir una escuela de enfermería, para satisfacer la creciente necesidad. “Mujer de diálogo”, dotada de un corazón “grandísimo”, desarrollaba su misión siempre con una sonrisa en la boca, “la mirada puesta en el futuro”.
  • También en un contexto de guerra civil setenta años antes, al final de 1936 en Madrid, María Carmen Lacaba Andía es asesinada junto a otras trece religiosas de la orden de las franciscanas de la Inmaculada Concepción. La hermana María Carmen Lacaba Andía vivía en un monasterio de contemplativas en la línea del frente que separaba a las tropas nacionales en el norte de las republicanas en el sur. Cuando los conventos fueron asaltados por milicias republicanas y bandas anarquistas al grito de muerte a las religiosas, las comunidades se dispersaban y las monjas se refugiaban en casas cercanas. Si eran descubiertas, eran sometidas a humillaciones y hostigamiento para empujarlas a la apostasía. Ella había decidido quedarse con sus compañeras mayores. Fueron asesinadas en una plaza en Madrid, una por una. María Carmen trató de consolar a las demás hasta el final susurrándoles que iban a encontrarse con su esposo celeste, Cristo Rey.
  • Olga Raschietti había donado su vida a África y había elegido quedarse allí hasta el final, en vez de transcurrir los años de la vejez tranquilamente en Italia. La suya era una elección lúcida. Fue encontrada maltratada y degollada junto a sor Lucia Pulici, 75 años, en su convento de Kamenge, barrio pobre de la capital de Burundi, Bujumbura. Como Bernardetta Bogian, 79 años, asesinada el día después. Esta última había escrito, poco antes de morir: “A pesar de la situación compleja y de conflicto en la región de los Grandes Lagos, percibo la presencia del reino del amor que se desarrolla, creciendo como un grano de mostaza, de un Jesús presente para todos”.
  • Se dice que la hermana Maura Clarke realizó una revolución evangélica. Perteneciente a la comunidad irlandesa de Nueva York, participó en las marchas por la liberación de los más pobres en los años setenta en América Central. Monja misionera dominica de Maryknoll, Maura Clarke defendió a los campesinos y marginados, a raíz del Vaticano II, en el momento en que los escuadrones de la muerte sembraban el terror. Junto con otras dos religiosas y una laica, fue violada y asesinada por militares salvadoreños, en una sofocante noche de diciembre de 1980, poco después del asesinato del obispo Óscar Romero. Según varias investigaciones, el asesinato de las cuatro misioneras había sido comisionado por altos funcionarios de la Guardia Nacional. Pero solo los perpetradores materiales fueron condenados. Dos generales implicados emigraron a Florida.
  • Lejos de los horrores de la guerra civil, Santa Scorese era una estudiante y activista católica italiana, que había decidido convertirse en misionera. Tenía 23 años cuando fue asesinada por un psicópata. Era 1991, cerca de Bari, en el sur de Italia. En la noche de su muerte, Santa había ido a visitar a una familia a la que le ofrecía asistencia material y espiritual. Luego se unió a los jóvenes de Acción Católica para una reunión de catequesis. Las actividades de esa última noche constituyen su testamento espiritual: caridad y formación cristiana. A las 10 de la noche, cuando sus amigos se ofrecen a acompañarla a su casa, ella se niega y agrega que lo peor que le puede pasar es encontrarse con Giuseppe, el hombre que la molestaba desde hace tres años. Desafortunadamente, ese hombre la estaba esperando debajo de la casa.
  • Tenía 39 años y dos hijos, era redactora jefe del periódico “Primera Hora”, en Nuevo Laredo, una ciudad conocida por ser la sede de la “guerra de la hierba”, un nombre dado a los enfrentamientos entre los carteles por el monopolio del tráfico de drogas. Muchos la conocen por “La Nena de Laredo”, el seudónimo de la justiciera enmascarada, con la verdad como única arma. Junto con otros, publicaba regularmente información sobre el tráfico, para tratar de prevenir la violencia y ayudar a la policía, en la página web colaborativa local. El 22 de septiembre de 2011, María Elisabeth Macías Castro, laica de la comunidad de las Misioneras de San Carlo, era secuestrada por uno de esos cárteles. La encontraron dos días después, decapitada y atrozmente mutilada, en una calle transitada de Nuevo Laredo, junto a un teclado de ordenador y una nota: “Soy la Nena de Laredo y estoy aquí por mis artículos (on line) y los vuestros”.
  • Kayla Mueller, una activista evangélica protestante de 25 años secuestrada por militantes del Estado Islámico, escribió a sus padres unas palabras desgarradoras y llenas de luz, desde la prisión, justo antes de que perdiera la vida en circunstancias nunca aclaradas. La carta fue luego entregada a los padres por un ex rehén liberado. Ella, que en su blog declaraba que quería estar “activa en el mundo para hacer el bien”, antes de ir a Siria había trabajado en una clínica para personas seropositivas en su ciudad natal, Prescott, y en un centro de atención para mujeres sin hogar.
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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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