Desde este miércoles 20 de mayo, los ciudadanos eligen al próximo presidente de Burundi, quien sucederá a Pierre Nkurunziza. En estas horas de incertidumbre, la gran duda ya no es si vence Évariste Ndayishimiye (hombre de confianza de Nkurunziza) o el opositor Agathon Rwasa, líder histórico del grupo rebelde hutu FNL y actual líder del partido Consejo Nacional para la Libertad (CNL); ni siquiera que la cita electoral se dé en plena pandemia de coronavirus o con las principales plataformas de comunicación (Twitter, Facebook o WhatsApp) “apagadas”, sino el clima de violencia latente.
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Así lo ha señalado, en un comunicado previo a las elecciones (recogido por ACI), la Conferencia de Obispos Católicos de Burundi: “Estamos particularmente preocupados por la intolerancia que ha llevado a enfrentamientos, asesinatos y lesiones sin ninguna intervención”.
Inacción de las autoridades
Los prelados burundeses aseguran haber recibido informes preocupantes que recogen distintas acciones de secuestro y ataques en distintos puntos del país. Algo que se da ante la inacción de las autoridades, que, pese a que “deberían investigar y castigar a los culpables”, encuentran “difícil cumplir este papel de manera imparcial”.
De ahí la llamada de la Iglesia a todos los candidatos (“deben respetar los derechos humanos”), así como a la población en general: “Deben aceptar los resultados de las elecciones y garantizar que nadie cause inestabilidad o guerra”. Y es que, recuerdan, “continuaremos viviendo juntos incluso después de las elecciones”.
Hacia un tercer mandato
La inestabilidad rebrotó en Burundi cuando Nkurunziza, frente a lo dispuesto por la Constitución, anunció su intención de presentarse a la reelección en un tercer mandato. Aunque finalmente ha dado un paso a un lado, apoyándose en Évariste Ndayishimiye, los disturbios en determinadas zonas del país son ya una práctica tristemente habitual.