Si el conflicto entre Israel y Palestina lleva encallado desde hace más de 70 años (por no hablar de siglos), ahora parece que se ha disgregado todo atisbo de diálogo. Así, tras el anuncio de Israel de que anexionará parte de los territorios ocupados en Cisjordania y el apoyo claro a esta medida del presidente estadounidense, Donald Trump, para quien esto entra dentro de la hoja de ruta en su “plan del siglo”, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, ha anunciado que rompe “todos los acuerdos” previos con Israel y Estados Unidos.
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En este contexto, parece más que lejano un encuentro histórico que se dio en los jardines vaticanos hace menos de seis años, el 8 de junio de 2012, cuando los máximos mandatarios de Palestina e Israel, Mahmoud Abbas y Simon Peres, oraron juntos por la paz y lo simbolizaron plantando juntos un árbol. Un encuentro en el que estuvieron secundados por el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, y por el papa Francisco, gran promotor del encuentro.
El impulso de Bergoglio, Skorka y Cymerman
En aquel entonces, bastó el compromiso firme de las tres personas que concibieron este gesto histórico: Bergoglio (quien apenas llevaba un año de papa y para el que se reclamó el Nobel de la Paz), el rabino Abraham Skorka (íntimo del hasta hacía poco arzobispo de Buenos Aires) y el periodista israelí Henrique Cymerman, a quien los dos líderes religiosos, por sus muchos contactos en el mundo árabe, encargaron que facilitara la labor de acercamiento entre las dos partes enfrentadas.
Como se supo en el momento del anuncio (Francisco conmocionó al mundo al contarlo por sorpresa solo dos semanas antes de que se produjera, en plena peregrinación a Tierra Santa), Francisco, Skorka y Cymerman estuvieron trabajando en ello durante un año y en absoluto secreto. Algo que, en entrevista con Vida Nueva, el reconocido periodista relató así: “Todo se ha llevado de un modo íntimo y bastante discreto, a base de llamadas y correos electrónicos entre nosotros y sus representantes. Para que te hagas una idea: el propio Papa, que al principio apenas utilizaba el email, empezó a encargarse de muchas gestiones personalmente. En este tiempo, he tenido la sensación de que es un hombre con unos objetivos muy claros, que piensa que tal vez no tenga todo el tiempo del mundo por delante y que, por eso, muchas veces, pasa por encima de la burocracia. Sabe lo que quiere y no se entretiene. Por eso esto tenía que ser entre muy pocas personas”.
Todo estuvo a punto de fracasar
Y eso que el plan estuvo a punto de fracasar solo unas semanas antes… “En abril estaba todo pactado con Peres y Abbas. Pero se vino abajo a finales de ese mes, cuando se rompieron las negociaciones entre Israel y Palestina al establecerse la alianza entre Al Fatah y Hamas para establecer un Gobierno de unidad nacional palestino. En ese momento, el Papa escribió una carta a los dos presidentes, pero los palestinos no contestaron. Fue en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II cuando el representante palestino hizo una gran labor para desatascar la situación. Aun así, la víspera de viajar el Papa a Tel Aviv, no había nada confirmado… Esa tarde cruzamos entre todos los implicados varios correos y llamadas. Y, al fin, al día siguiente, lo conseguimos, con la novedad de que, finalmente, el encuentro sería en el Vaticano.
Fue tal la sorpresa que el propio Cymerman lo supo en el propio vuelo papal entre Amán y Tel Aviv… por boca del papa Francisco: “Imagínate cuando, entre los 70 periodistas que formábamos la comitiva, llega el Papa y me dice en tono coloquial: ‘Henrique, carta blanca para que la cita sea en Roma’. En ese instante, todos me miraron a mí. Nadie sabía a qué se refería y yo tampoco podía contar nada, pues se suponía que era secreto. Fue en Belén, una vez que Bergoglio lo hizo público, cuando todos supieron al fin la cosa tan importante que se había estado fraguando”.
Un panorama aún más oscuro
El resto, es Historia… Ese 8 de junio, Abbas y Peres (ya fallecido) apostaban por la paz secundados por dos de los líderes religiosos más importantes del mundo. Tristemente, menos de seis años después, al panorama es aún más oscuro que entonces. ¿Un nuevo reto quijotesco para Bergoglio, el diplomático desde el corazón?