Medio año después de surgir en China y tras una segunda fase en la que el epicentro fue Europa (sufriendo Italia y España las peores consecuencias), ahora, la pandemia de coronavirus golpea con toda su crudeza en América Latina. Así lo ha reconocido en su último informe la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lamenta que más de la mitad (el 51,4%) de los nuevos contagios producidos en el mundo en las dos últimas semanas (657.000 casos) se concentran en la región.
Especialmente preocupante resulta la situación en Brasil, donde, pese a los trágicos datos (más de 375.000 contagiados y 23.373 fallecidos, aunque se cree que al menos hay otros 11.000 no contabilizados), se registra un fuerte choque entre varios gobernadores locales, que apuestan por el confinamiento y la cuarentena como medidas necesarias de prevención, y el presidente del país, Jair Bolsonaro, que entiende que estos tratan de “perjudicar” a su Gobierno con acciones que ralentizan la economía. Hasta tal punto ha llegado su desafío que, este domingo 24, no dudó en apoyar una masiva manifestación organizada por sus seguidores e introducirse dentro de la misma sin ningún tipo de protección.
Estos choques también se han producido dentro del propio Ejecutivo de Bolsonaro, que ha visto la salida de dos ministros de Sanidad (uno destituido y el otro dimitido) en plena pandemia. Y es que son muchas las voces que cuestionan que el mandatario antepone sus posicionamientos ideológicos e intereses partidistas a los criterios sanitarios. Algo que, por ejemplo, también tiene su efecto en el mundo religioso, pues el presidente, quien cuenta entre sus grandes apoyos con varias Iglesias evangélicas muy influyentes en Brasil, ha dado luz verde a sus celebraciones; para lo cual, por cierto, ha pasado por encima de órdenes judiciales que impedían tales concentraciones de masas. Así, estos días se están dando ceremonias con decenas de miles de asistentes. Una situación que, desde al ámbito científico-sanitario, está ocasionando un clamor advirtiendo del grave peligro.
Por su parte, la Iglesia católica apela a poner en primer lugar la salud de los ciudadanos. Un discurso que choca con el de varios líderes evangélicos, que insisten continuamente a sus fieles en que “la fe les protege de la pandemia” y, si permanecen “fieles a Dios”, no se contagiarán. Con total claridad, en declaraciones a la revista América, se ha manifestado el presidente de la Conferencia Episcopal, Walmor Oliveira de Azevedo, rechazando que “muchas autoridades trivializan los efectos de la pandemia e ignoran que muchos hospitales están sobrecargados”.
El arzobispo de Belo Horizonte, sin citar a Bolsonaro, percibe que “hay un desajuste entre las directrices que vienen de las autoridades sanitarias, basadas en la ciencia, y el comportamiento de los que tienen la mayor responsabilidad de dirigir el país”. Además de apelar a la “solidaridad” y a huir del egoísmo (“algunas personas se creen inmunes”), para Azevedo no hay otra alternativa que ser “Iglesias domésticas”… “El aislamiento social, hoy en día, es una actitud ciudadana, ya que apunta a un bien mayor. (…) Es un gesto de amor a la comunidad”.