España

Margarita Robles: “Todos hemos mirado a nuestro interior durante la pandemia”





En plena gresca política. En medio de una tensión creciente en sede parlamentaria. Un clima agitado y enrarecido que entremezcla aplausos en los balcones y caceroladas en las calles. Con este panorama de fondo, España declara el luto nacional por las víctimas mortales a causa de la pandemia. Tiempo para echar la vista atrás a estos dos meses de confinamiento, en una conversación ajena a la polvareda partidista. Con una de las pocas políticas que se salva de los disparaderos de las redes sociales y que supera con nota el examen de la opinión pública.



El enemigo letal

La ministra de Defensa, Margarita Robles, dialoga con Vida Nueva en la Semana de las Fuerzas Armadas. Buscando echarse a un lado en cada una de sus reflexiones para ceder el protagonismo a los hombres y mujeres que han estado en primera línea de batalla exponiendo su vida en la lucha contra el coronavirus, lo mismo al rescate de los ancianos en las residencias que montando hospitales de campaña y custodiando a los fallecidos en una morgue. Restando mérito a su coordinación de las Fuerzas Armadas para reconocer la labor de tantos militares que se han enfrentado a una guerra inimaginable con enemigo invisible pero con una voracidad letal.

PREGUNTA.- ¿Cree que la crisis del coronavirus ha puesto en valor para la ciudadanía la entrega de las Fuerzas Armadas y su razón de ser? ¿Se habrá logrado romper ese vínculo militar-guerra para asociarlo más a militar-servicio?

RESPUESTA.- La sociedad en su conjunto ha podido apreciar el gran papel desempeñado por las Fuerzas Armadas en esta crisis sanitaria. Una labor que ha puesto de relieve la vinculación de las Fuerzas Armadas con la sociedad en momentos difíciles, demostrando su capacidad de planificación, preparación y despliegue por todo el territorio español.

Una de las grandes preocupaciones ha sido mejorar la situación de las personas más vulnerables, nuestros mayores. Nuestro principal objetivo ha sido contribuir a salvar vidas, algo de lo me siento especialmente orgullosa. Es importante haber podido aportar un pequeño grano de arena en la lucha contra esta pandemia, y las Fuerzas Armadas lo han hecho con total dedicación y entrega.

P.- A pesar de poner literalmente a todo el Ejército en la calle para luchar contra el virus, seguro que en algún momento tanto a usted como a los militares les ha podido generar cierta sensación de impotencia ante un enemigo invisible. ¿Cómo se vence esta sensación de aparente derrota, especialmente en las semanas donde repuntaban los fallecidos?

R.- Si algo caracteriza a nuestras Fuerzas Armadas es su espíritu de victoria. Los primeros momentos fueron especialmente duros para toda la sociedad y, por ello, en el marco de la Operación Balmis, nuestros militares se pusieron con generosidad, en primera línea, contra el COVID-19, allí donde era demandada su presencia, especialmente en residencias, hospitales, infraestructuras críticas y transporte de suministros sanitarios.

Siempre se ha colaborado y apoyado a los sectores y personas más vulnerables, como en el reparto de alimentos, montando hospitales de campaña, apoyando en labores de traslado interhospitalario de pacientes moderados a centros medicalizados como IFEMA o la Fira de Barcelona o ayudando al traslado de fallecidos a instalaciones como el Palacio de Hielo, la Ciudad de la Justicia y Majadahonda.

P.- ¿De qué valores, que son pilares de las Fuerzas Armadas, cree que deberíamos aprender todos como sociedad en este tiempo de difícil reconstrucción que se avecina?

R.- Por encima de cualquier otras cosa, los hombres y mujeres que integran las Fuerzas Armadas han demostrado en esta crisis su calidad humana, generosidad, profesionalidad, entrega, espíritu de servicio, compromiso y su amor a España y los españoles. Los militares tienen una cultura de planeamiento que hace que, ante una situación difícil, y esta pandemia lo ha sido, su capacidad de reacción sea rápida y eficaz.

P.- Me consta que ha mantenido una relación fluida en este tiempo con don Juan del Río, el arzobispo castrense. ¿Cómo valora el papel de los capellanes castrenses?

R.- Los capellanes castrenses han apoyado mucho a sus distintas unidades en esta pandemia. Me consta que, a través del sistema de asistencia espiritual, los militares, que en ocasiones se encuentran desplazados de su residencia habitual, obtienen ayuda, apoyo y consuelo. Los paters están allí donde se les necesita para escuchar a quienes acuden a ellos.

P.- Coloquialmente empleamos la expresión “vivir como un cura”. ¿Los capellanes castrenses viven como curas o son uno más en los barracones, las misiones en el extranjero, en la batalla contra el COVID-19…?

R.- Los capellanes castrenses son uno más en los barracones, suelen estar muy cerca de la tropa. Son oficiales del Ejército y, como tal, también reciben formación e instrucción, conocen perfectamente el modo de vida militar, y eso hace más directo su trabajo con la Unidad. Además, en las misiones de paz también realizan muchas labores de asistencia y de apoyo humanitario a la población local. Este es un país que a veces se aferra a los tópicos, y todos deberíamos hacer un esfuerzo por tener una mente abierta, que vea y conozca de verdad la realidad.

P.- Al acompañar a las Fuerzas Armadas en tantos momentos durante estos meses, seguro que tiene grabada alguna escena concreta de esa heroicidad cotidiana de muchos de estos ‘héroes’. ¿Cuál le ha tocado especialmente?

R.- Posiblemente, el traslado de fallecidos. En esta misión, los militares han acompañado los féretros, han guardado respeto e incluso rezado una oración cuando sabían que era una persona creyente. Me consta personalmente que han tratado a cada uno de los fallecidos como si fuera un compañero, conscientes de que sus familiares no podían acompañarlos en su último adiós.

P.- ¿Qué sintió al entrar en el Palacio de Hielo convertido en la mayor morgue del país?

R.- Tristeza, como todos los españoles. Fueron momentos de mucho dolor, de un enorme sufrimiento de los enfermos y de las familias de los fallecidos. Son unas imágenes que me acompañarán siempre. Me quedo con las palabras que me transmitieron los miembros de la UME y del Ejército de Tierra que realizaron muchos de esos traslados de fallecidos: “Ninguno ha sido anónimo para nosotros, sus nombres y apellidos están en nuestras mentes y en nuestros corazones”.

P.- Huye de los elogios, a pesar de que aquellas palabras en la morgue han logrado un impacto enorme en la población por su sencillez y su cercanía. Tanto es así que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que no es precisamente elogiosa con la labor del Gobierno, la presentó hace días como “la nueva Manuela Malasaña”. ¿Cómo se lleva que la consideren la política más valorada de esta crisis cuando supongo que uno no lo busca?

R.- Espero que no me pase como a Manuela Malasaña, que fue fusilada el día siguiente de su detención, lo que la convirtió en heroína (risas). Yo solo creo en el trabajo diario. Pero lo que más me importa remarcar, en el ámbito del Ministerio de Defensa, es que el único mérito, lo único importante, lo han realizado las Fuerzas Armadas con total generosidad. Con ellas tenemos una deuda de gratitud impagable.

P.- Sé que es cristiana. No sé si esta pandemia le ha supuesto una crisis de fe, si ha sido precisamente esa fe un espacio para descansar y confiar…

R.- Esta crisis ha hecho tambalearse muchas cosas que dábamos por sentadas. Aunque hay que ser optimista y mirar al futuro. Este país ha demostrado que es capaz de hacer frente a una situación tan dura como la pandemia con responsabilidad y solidaridad. Y ese espíritu que tienen los españoles va a hacer que superemos esta crisis, juntos, y afrontemos el futuro con esperanza. Estoy segura de que todos los españoles, en un ámbito tan duro como el confinamiento, han mirado a su interior para buscar lo mejor de sí mismos.

P.- El papa Francisco desveló hace unas semanas en estas páginas lo que vino a denominar un “plan para resucitar” a la humanidad, que pasa por fortalecer “los anticuerpos de la caridad, de la justicia y la solidaridad” frente al riesgo de caer en la “pandemia de la exclusión”. ¿Cómo aterrizarlo en una realidad como la española?

R.- El apoyo a los demás, la justicia y la solidaridad son valores democráticos que promueven nuestra convivencia como sociedad. Estos valores, junto con otros muchos como la libertad, la tolerancia, el respeto, la seguridad, son el resultado de la evolución de las sociedades modernas y deben practicarse a diario en el trabajo, en la escuela, en la calle, en nuestro día a día.

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