Después de muchas semanas de no poder celebrar los ‘Regina Coeli’ con los fieles en San Pedro, tras levantarse algo las restricciones por el coronavirus, este Pentecostés ha llegado el momento del reencuentro para Francisco, aunque solo pudiesen acceder unos pocos y repartidos por grupos.
“Hoy –les ha dicho a los congregados en la plaza, en un ambiente especialmente alegre– celebramos la gran fiesta de Pentecostés, en memoria del derramamiento del Espíritu Santo sobre la primera comunidad cristiana. El Evangelio de hoy (cf. Jn 20, 19-23) nos trae de vuelta a la noche de Pascua y nos muestra a Jesús resucitado, que aparece en el aposento de arriba, donde los discípulos se refugiaron. Se paró en el medio y les dijo: ‘¡La paz sea con vosotros!’”.
Para Bergoglio, “estas primeras palabras pronunciadas por el Señor resucitado” fueron “más que un saludo: expresan el perdón otorgado a los discípulos que lo habían abandonado. Son palabras de reconciliación y perdón. Jesús ofrece su paz precisamente a estos discípulos que tienen miedo y a los que les resulta difícil creer lo que han visto; es decir, la tumba vacía. Han subestimado el testimonio de María de Magdala y las otras mujeres. Jesús perdona y ofrece su paz a sus amigos”.
Nació así, definitivamente, “su Iglesia: una comunidad reconciliada y lista para la misión. El encuentro con el Señor resucitado da vuelta la existencia de los apóstoles y los transforma en valientes testigos”. Enviados ya por Jesús a evangelizar por todo el mundo, se testimonió así que “el gozo de la resurrección es grande, pero es un gozo expansivo, que no debe guardarse para sí mismo”.
“El Espíritu Santo –ha abundado– es fuego que quema pecados y crea nuevos hombres y mujeres; es un fuego de amor con el que los discípulos podrán prender fuego al mundo, ese amor de ternura que favorece a los pequeños, los pobres, los excluidos”.
“La fiesta de Pentecostés –ha concluido el Papa– renueva la conciencia de que la presencia vivificante del Espíritu Santo mora en nosotros. También nos da el coraje de salir de las paredes protectoras de nuestros ‘cenáculos’, sin descansar en la vida tranquila o encerrarnos en hábitos estériles. Ahora, planteemos nuestros pensamientos a María Santísima, protagonista de la primera comunidad de la admirable experiencia de Pentecostés, y recemos para que pueda obtener el ardiente espíritu misionero para la Iglesia”.
Tras el rezo del Regina Coeli, Bergoglio ha vuelto a pedir por los sanitarios que se han “entregado” estos días y ha recordado que “el Sínodo para la Amazonía terminó hace siete meses; hoy, en la fiesta de Pentecostés, invocamos al Espíritu Santo para dar luz y fortaleza a la Iglesia y a la sociedad en la Amazonía, que fue severamente probada por la pandemia. Muchos son los infectados y los muertos, incluso entre los pueblos indígenas, particularmente vulnerables. A través de la intercesión de María, Madre del Amazonas, rezo por los más pobres e indefensos de esa querida región, pero también por los de todo el mundo, y pido que nadie pierda la atención médica”, pues “las personas estamos en el centro, no la economía”.
“Les deseo –ha dicho antes de despedirse– a todos un buen domingo de Pentecostés. ¡Necesitamos tanto la luz y la fuerza del Espíritu Santo! La Iglesia lo necesita, para caminar en armonía y con valentía dando testimonio del Evangelio. Y toda la familia humana lo necesita, para salir de esta crisis más unida y ya no dividida”.
“De una crisis como esta –ha recuperado una idea muy presente este fin de semana– no se sale igual que antes. Se sale mejor o peor. Tengamos el coraje de cambiar y ser mejores que antes y así poder construir positivamente desde la crisis de la pandemia”.