Mensaje del papa Francisco por la Jornada Misionera Mundial: “Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma”

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Francisco ha rematado una intensa mañana de Pentecostés con la publicación de un Mensaje por la Jornada Misionera Mundial. Y es que la misión está en el corazón de la Iglesia, también en un momento “marcado por los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia del COVID-19”.



“Estamos –admite Bergoglio– realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero, al mismo tiempo, todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal. En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder. La misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo”.

Obediencia a la voluntad del Padre

Acudiendo al centro de la fe, el Papa asegura que “Jesús es el misionero del Padre: su persona y su obra están en total obediencia a la voluntad del Padre. A su vez, Jesús, crucificado y resucitado por nosotros, nos atrae en su movimiento de amor; con su propio Espíritu, que anima a la Iglesia, nos hace discípulos de Cristo y nos envía en misión al mundo y a todos los pueblos”.

“La misión –reivindica–, la ‘Iglesia en salida’, no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae”.

La función de la Iglesia

Partiendo de una noción esencial –“la vida humana nace del amor de Dios, crece en el amor y tiende hacia el amor”–, la Iglesia, “sacramento universal del amor de Dios para el mundo, continúa la misión de Jesús en la historia y nos envía por doquier para que, a través de nuestro testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar y tiempo”.

En este punto, Francisco destaca que hay muchos tipos de misión. Y lo hace a través de una serie de preguntas: “¿Estamos listos para recibir la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar la llamada a la misión, tanto en la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días? ¿Estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe en Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de Jesucristo, para compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin condiciones?”.

En tiempos de coronavirus

Algo que también nos interpela en este tiempo de prueba por el coronavirus: “Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos, de los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa, estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la relación comunitaria con Dios. Lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia, esta condición debería hacernos más atentos a nuestra forma de relacionarnos con los demás”.

También, a nivel de fe, nos ha hecho empatizar con otros cristianos, como los de la Amazonía: “La imposibilidad de reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía nos ha hecho compartir la condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la Misa cada domingo. (…) Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y a cada pueblo, para testimoniar su amor, su salvación del pecado y la muerte, su liberación del mal”.

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