Con ocasión de Pentecostés, el papa Francisco ha querido sumarse al Thy Kingdom Come (Venga Tu Reino), un movimiento de oración convocado para todos los cristianos por el líder de la Iglesia anglicana, Justin Welby, y ha enviado un videomensaje.
En su intervención, Bergoglio saluda con entusiasmo la iniciativa del arzobispo de Canterbury y comparte con los participantes “lo que tengo en mi corazón. Es Pentecostés: recordamos el día en que el Espíritu de Dios bajó con poder. Desde ese día, la vida de Dios se ha extendido entre nosotros, brindándonos una nueva esperanza, paz y alegría previamente desconocidas”.
Haciendo referencia a la situación actual, marcada por el coronavirus, destaca que, “en Pentecostés, Dios infectó al mundo con vida. ¡Cuánto choca todo esto con la infección de muerte que ha estado rondando la Tierra durante meses! Nunca como hoy es tan necesario invocar al Espíritu Santo para que pueda derramar la vida de Dios, el amor, en nuestros corazones. De hecho, para que el futuro sea mejor, es nuestro corazón el que debe mejorar”.
“En el día de Pentecostés –prosigue–, las personas que hablaban diferentes idiomas se encontraron. En los últimos meses, sin embargo, se nos ha pedido que observemos las medidas correctas y necesarias para distanciarnos. Pero podemos entender mejor lo que otros sienten dentro de nosotros. Tenemos miedo e incertidumbres en común. Es necesario levantar muchos corazones desconsolados”.
Para ello, hay que partir de la noción de que “el Espíritu nos da la certeza de no estar solos, sino respaldados por Dios. Queridos amigos, lo que hemos recibido debemos darlo: estamos llamados a difundir el consuelo del Espíritu, la cercanía de Dios”.
De un modo muy directo, Francisco interpela a todos los cristianos del mundo: “¿Cómo hacerlo? Pensemos en lo que nos gustaría tener ahora: consuelo, ánimo, alguien que nos cuide, alguien que rece por nosotros, que llorará con nosotros, que nos ayudará a enfrentar nuestros problemas. Aquí, todo lo que nos gustaría que otros nos hicieran, hagámoslo con ellos. ¿Queremos ser escuchados? Escuchemos. ¿Necesitamos aliento? Alentemos. ¿Queremos que alguien nos cuide? Cuidemos a los que no tienen a nadie. ¿Necesitamos esperanza para mañana? Demos esperanza hoy. Hoy estamos presenciando una trágica hambruna de esperanza. ¡Cuántas heridas, cuántos vacíos no se llenan, cuánto dolor sin consuelo! Entonces, interpretemos el consuelo del Espíritu, transmitamos esperanza y el Señor abrirá nuevos caminos en nuestro camino”.
Apelando al ecumenismo del corazón, el Papa abre el suyo en canal: “Cuánto deseo que, como cristianos, seamos cada vez más testigos de la misericordia para la humanidad severamente probada. Le pedimos al Espíritu el don de la unidad, porque difundiremos la fraternidad solo si vivimos como hermanos entre nosotros. No podemos pedirle a la humanidad que se una si vamos por caminos diferentes. Entonces, oremos el uno por el otro, sintámonos responsables el uno del otro”.
“El Espíritu Santo –añade– da sabiduría y consejo. En estos días, invoquémosle sobre aquellos que deben tomar decisiones delicadas y urgentes, para que protejan la vida humana y la dignidad del trabajo. (…) Nunca antes necesitamos una mirada tan llena de humanidad: no puedes comenzar de nuevo persiguiendo tus éxitos sin preocuparte por quien se queda atrás. E, incluso si muchos lo harán, el Señor nos pide que cambiemos de rumbo. (…) Necesitamos volver a caminar hacia Dios y el prójimo: no separados, no anestesiados frente al grito del planeta olvidado y herido. Necesitamos estar unidos para enfrentar las pandemias que son rampantes: la del virus, pero también el hambre, las guerras, el desprecio por la vida, la indiferencia. Solo caminando juntos, llegaremos lejos”.
“Queridos hermanos y hermanas –concluye el Papa–, difundan la proclamación de la vida del Evangelio y sean un signo de esperanza”.