En su homilía para el domingo de Pentecostés, el cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster, ha reprochado al Gobierno de Reino Unido por qué los lugares de culto no están abiertos ni siquiera para la oración privada, mientras que los concesionarios y mercados al aire libre abrirían sus puertas en todo el país a partir de hoy, 1 de junio.
“La gran obra del Espíritu Santo es, por supuesto, lograr el asombroso milagro de la misa”, apunta Nichols en su homilía. “Mediante el poder del Espíritu Santo, el pan y el vino que llevamos al altar se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor, nuestro alimento para el viaje de la vida”. “Ningún confinamiento, muro o regla puede limitar la gracia del Espíritu Santo, cuyos dones se encuentran en tantos lugares”, asevera, recordando como en Pentecostés los discípulos recibieron el don del espíritu “y salieron, listos al fin para su misión”.
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Tras este periodo de confinamiento, “nosotros también estamos esperando abrir estas puertas, las puertas de nuestras iglesias”, dice Nichols. “La espera ha sido difícil, pero hemos aceptado la decisión del Gobierno de cerrar nuestras iglesias porque la protección de la vida lo requería”, apunta. Sin embargo, el arzobispo matiza que “los anuncios de esta semana del Primer Ministro de que algunas instalaciones de ventas pueden abrir mañana y que la mayoría de las tiendas pueden abrir el 15 de junio, cuestiona directamente las razones por las cuales nuestras iglesias permanecen cerradas”.
Y es que, en el plan de desescalada de Boris Johnson, los lugares de culto parece que han sido olvidados. “Se nos dice que estas aperturas, que deben gestionarse con cuidado, se basan en la necesidad de alentar a las actividades clave a comenzar de nuevo”, dice Nichols, preguntándose por qué las iglesias han quedado excluidas de esta decisión.
“Contribución para el bien común”
“El papel de la fe en nuestra sociedad se ha hecho aún más claro en estas últimas semanas: como una motivación para el cuidado desinteresado de los enfermos y moribundos; como proporcionar apoyo crucial en el duelo; como una fuente de provisión inmensa y efectiva para aquellos con necesidades agudas y apremiantes; como apuntalar una visión de la dignidad de cada persona, una dignidad que debe estar en el corazón de la reconstrucción de nuestra sociedad”, subraya.
Por todo ello, el cardenal reclama que la apertura de las iglesias, “aunque solo sea por oración individual, ayuda a nutrir esta contribución vital para nuestro bien común”, haciéndolo siempre “de manera segura”. “Estamos seguros de que podemos hacerlo”, añade, con la orientación de los expertos. “¿Cuál es el riesgo para una persona que se sienta en silencio en una iglesia que se limpia a fondo, se supervisa adecuadamente y en la que se mantiene el distanciamiento social?”, se pregunta Nichols.
“Afortunadamente, la misión de la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, no conoce límites”, concluye, subrayando lo “comprobado estos días”. “Estoy seguro de que la experiencia de este encierro nos está enseñando muchas formas nuevas de compartir la fe, de explicarla, de ponerla en práctica”, asevera.